miércoles, 5 de septiembre de 2012

"A un impaciente" (soneto)



Lo que no logres hoy, quizás mañana
lo lograrás; no es tiempo todavía;
¡nunca en el breve término de un día
madura el fruto ni la espiga grana!

No son jamás en la labor humana,
vano el afán ni inútil la porfía;
el que con fe y valor lucha y confía,
los mayores obstáculos allana.

Trabaja y persevera que en el mundo
nada existe rebelde, ni infecundo
para el poder de Dios o el de su idea.

¡Hasta la estéril y deforme roca
es manantial cuando Moisés la toca
y estatua cuando Fidias la golpea!

Manuel de Sandoval
(ver Glosario)

sábado, 1 de septiembre de 2012

Participación: virtudes, aprendizaje y atributos

La idea de mesa ¿incluye las sillas?
Es necesario precisar que los tres conceptos del título están referenciados a la persona, en cuanto ésta es un ser de naturaleza social con aspiraciones de participación en los procesos histórico-sociales de los cuales forma parte.

Participación
Volvemos nuevamente al concepto o macroconcepto que llamamos participación, con la finalidad de acercarnos un poco más a su significado profundo para hacer más accesible el abordaje de los conceptos de referencia.

Entonces, ¿qué relación o relaciones pueden existir entre virtudes, aprendizaje y atributos con el de participación? Para poder responder esta pregunta necesitaríamos primero identificar la naturaleza y/o función de cada uno de estos términos. De esta manera sabríamos qué tipo de lógicas y de apropiadas interrelaciones podríamos llegar a establecer.

La participación (como mencionáramos en “Participación”, 1/Ago/12) es un concepto de categoría superior, complejo, abarcativo e integrador; conformado a su vez por otros sub-conceptos, los cuales -articulados adecuadamente- le dan vida. A su vez, sin ellos, esta macro-idea no podría nunca realizarse, ni como tal ni como propósito (decíamos que para que exista una "cosa" llamada participación, se necesitaba la presencia de un plan).

Atributos, aprendizaje, virtudes
Con relación al concepto de atributo, nos referimos a aquellas características o cualidades que definen, de manera inequívoca, la esencia de un sistema viviente, en este caso, de la persona[1]. Esta característica de “esencial” representa un aspecto de sumo interés pues   la no consideración de éste presupone una degradación progresiva del dicho sistema.

Aprendizaje, representa un proceso con “aspiración de continuidad”, el cual permite desarrollar conocimiento, capacidades y virtudes -de muy diversa índole- para poder dar cumplimiento a las responsabilidades o roles que la persona tiene en su doble ámbito de acción: el natural y el social.

Un adelanto o pequeña síntesis, sería: una persona debe aprender a desarrollar capacidades y virtudes que le faciliten la satisfacción de sus atributos, porque sin el desarrollo de los mismos los logros inherentes a dicha persona se verían seriamente impedidos de realizarse.

Es importante advertir aquí que al usar el término virtud, lo hacemos sin dotar a la misma de connotaciones morales o éticas, sino que, simplemente, nos estamos refiriendo a la capacidad de una persona de realizar una determinada actividad con precisión, efectividad y de una manera responsable, sin hacer juicios de valor sobre la finalidad de dicha acción, a la cual sí se le podrían asignar connotaciones morales o éticas.

El desarrollo de estas virtudes debería incluir, necesariamente, una apropiada articulación de sus tres aspectos: el intelectual (o dominio del pensamiento, que nos permitirá entender el marco, significado y conceptualidad de la virtud), el sensitivo (o dominio de los sentimientos, que nos posibilitará una comprensión y aceptación de la necesidad de “ser virtuosos”) y el físico-corpóreo (o dominio de lo físico, volitivo, que nos dará la oportunidad de tocar virtuosamente algún "instrumento" dentro de la ejecución de alguna  “melodía social”).

Considerando que la persona es aceptada como un ser que piensa, siente y hace, nos resulta bastante obvio entender que una apropiada interrelación de estos tres aspectos produzca un estado de alegría, de satisfacción, de “felicidad” o simplemente un estado de bienestar compartido. En los casos opuestos, por ejemplo cuando se dan tensiones entre “lo que pensamos” y “lo que sentimos”, se suele generar todo lo contrario, angustia, inacción, resistencia, confusión, agresión.

Tres ejes vitales
Por ello hacemos hincapié en este concepto de virtud, pues una clara comprensión de sus beneficios permitiría "configurar" exitosamente nuestros tres ejes vitales sobre los cuales nos desarrollamos como personas, ya que vivimos cuando pensamos, vivimos cuando sentimos, cuando actuamos, vivimos.

Los tres aspectos son vida. Cada uno de ellos aporta “lo suyo” a nuestro ser y a nuestro estar. Lograr armonía entre éstos, es una consecuencia de la manera en que habitamos estos tres ejes; nunca un principio declarativo e inactivo de una especie de "derecho a la armonía" (lo cual, desde este punto de vista, más allá de que pueda ser legítimo, sería irrelevante).

Ahora bien nos quedaría por saber si esta vida, así mostrada, es realmente participante, lo cual es “otro cantar” que deberíamos aprender a “vocalizar”.

Por lo que, para continuar profundizando este “maltratado” concepto de participación (con sus múltiples y contradictorios “bemoles”) faltaría elaborar respuestas o aproximaciones a las siguientes preguntas.

¿La idea de mesa, incluye las sillas?
¿La idea de participación, incluye la virtud? 
¿La idea de virtud, incluye el aprendizaje? 
¿La idea de aprendizaje, incluye los atributos?
¿Y cuáles serían los atributos de la persona desde la pura óptica de una participación genuina?

No considerar esto, nos coloca en una situación muy cercana a lo que podríamos entender como un horizonte de oscuridad cívica.



[1] Este tema lo iremos desarrollando en sucesivas entradas pues, el comprender cuáles son los atributos de la persona -desde el punto de vista de la participación- permite referenciarnos colectivamente de una manera constructiva (no-beligerante).

viernes, 31 de agosto de 2012

Premisas del Aprendizaje


1. Nunca lo que diga un maestro debe ser considerado como cierto. Nunca!
2. Lo que afirme solo puede ser cierto para él, pues se supone que lo ha corroborado. Para mí (persona, alumno, estudiante) solo debe ser una hipótesis que tendré que corroborar o validar.
3. El aprendizaje es investigación, que se fundamenta en una actitud: no prejuzgar.
4. Todas las personas pueden convertirse en investigadoras; no hacen falta laboratorios, ni títulos, ni pertenencia alguna a instituciones académicas o científicas. Hace falta actitud, claridad de miras y atención.
5. Esta actitud se complementa con prontitud y disposición, es decir con sentido de la oportunidad y voluntad.
6. El prejuicio no es ni malo, ni bueno; es tan solo una percepción inmadura sobre algún aspecto de la realidad.
7 El prejuicio es un disparador de nuestro aprendizaje, nunca un resultado. Y si llegamos a confundir prejuicio con conocimiento, entonces estaremos alimentándonos con un alimento inadecuado que nos provocará, seguramente, una perturbadora "intoxicación".

El Saber se inicia con el conocimiento de para qué sirven las cosas, avanza con la aceptación íntima de tal conocimiento y se realiza en una práctica respetuosa de tales fines.

domingo, 26 de agosto de 2012

Naturaleza, Ambiente y Sociedad


A diario escuchamos expresiones, provenientes de las más diversas fuentes, que incluyen estos términos. Si bien es cierto que, en general, la ciudadanía tiene una percepción más o menos precisa sobre sus significados, pareciera en cambio no disponer de una percepción equivalente sobre sus relaciones e interacciones y sobre el impacto que éstas provocan en el desarrollo sostenible de la propia vida.

Naturaleza y Sociedad
Intentaremos una breve conceptualización de estos términos antes de hablar sobre sus vínculos.


Respecto de la naturaleza, solo diremos que la mayoría de las personas disponemos de una percepción más o menos consistente sobre el significado e importancia de la misma. La vemos como un conjunto de objetos, fenómenos y leyes, incluyendo la vida, que funcionan según patrones, expresiones y significados que –por su regularidad y continuidad temporal- genera admiración por un lado y respeto/temor por otro.

Con relación a las sociedades -o mas bien a los hábitos sociales- podríamos decir que las conductas prevalentes en cada una de ellas, impactan de diversas formas en sus respectivos entornos naturales. Siempre hay y ha habido un impacto del hombre sobre el medio natural, el cual es o ha sido beneficioso o perjudicial.

Debido a que las sociedades están formadas por varones y mujeres que generan y comparten una cultura dentro de un espacio y un tiempo, podremos darnos cuenta que la persona es el protagonista central y causal del impacto provocado en el entorno.

Un detalle no menor –que hace algo más complejo el tema- es que el hombre es un ser de dos “mundos”: uno natural (al cual pertenece desde un aspecto biológico) y uno social o cultural (que él mismo crea, según su libre albedrío, a partir de las decisiones que va tomando según su visión, necesidades y circunstancias). Por lo que, según sea el estilo que cada grupo o comunidad desarrolle para sostener su cultura, será el tipo y magnitud del impacto que esa cultura impondrá al medio.

El ambiente, hasta hoy
Hay un esquema mental muy arraigado en nosotros que nos permite sostener la creencia o el sentimiento de que cada uno de nosotros: (1) es un individuo separado del resto de las personas, y como tal (2) es un individuo independiente del entorno y de las cosas que hay en él.

“Yo soy” pareciera ser la síntesis de la primera convicción. Y no es criticable, de ninguna manera, en cuanto al sentimiento de identidad. “Yo soy yo y vos sos vos”, correcto! Así lo consideramos y lo respetamos.

Si de esta manera nos sentimos, totalmente separados y distanciados, respecto de nuestros “pares humanos” ¿cómo podremos sentirnos o qué podremos pensar respecto de las cosas naturales, animadas o no, que se encuentren en nuestro entorno? Generalmente pensamos que las mismas están a nuestra disposición para cubrir nuestras necesidades (lo cual es correcto), a cualquier costo (lo cual no es correcto) y por cualquier medio (lo cual potencia la incorrección).

Esta convicción “separatista” se ve agravada por otra convicción ya instalada en nuestra sociedad que expresa además, “yo tengo derechos” y mis derechos son “absolutos” (los deberes quedaron en el baúl de la abuela) es decir lo individual aparece por encima de lo colectivo (ver “Deberes relativos –derechos absolutos”, entrada del 11.Ago.12).

Por lo cual, combinando el “yo soy” con el “yo dispongo a mi antojo” aparece una primera aproximación al concepto de ambiente que podríamos expresar más o menos así: el ambiente es la sumatoria de todas las cosas naturales que me rodean y que me permiten cubrir mis necesidades; la relación que he establecido con él esta basada en mis derechos individuales que me permiten disponer libremente de ellos según mis propios prejuicios, caprichos y/o antojos, sin importarme las consecuencias de tales actos, las cuales justificaré apropiada y oportunamente según me convenga.

¿Y la degradación o contaminación del mismo? Ése no es “mi problema”, es un problema “de los otros” contesta el especulador.

Una nueva relación, un nuevo concepto
Esta actitud genera un desequilibrio entre sociedad y naturaleza pues se considera que “lo social” está por un lado y “lo natural” por otro, sin que se puedan establecer relaciones de equilibrio entre ambos extremos que se basen en el conocimiento de las leyes naturales, en el respeto a las mismas y en la racionalidad de los actos que se ejecuten sobre estos recursos. Esta actitud desaprensiva facilita, a su vez, el perfeccionamiento de unas relaciones de orden circunstancial (especulativas), cuando éstas debieran ser de orden referencial (participativas).

Por lo cual, una nueva mirada, debería permitirnos acceder a una relación hombre-naturaleza más sana para disponer de un nuevo y sólido punto de partida que prevenga desequilibrios fuera de escala y que permita a natura mantener en funcionamiento todos los servicios que nos brinda de manera cotidiana desde hace millones de años.

Si miramos responsablemente el estado actual de nuestro planeta, podremos darnos cuenta que una nueva visión sobre el concepto de ambiente es necesaria. Este nuevo concepto debería incluirnos en él como sujetos inteligentes que han comprendido de manera colectiva que no podemos seguir jugando a la “guerra naval” con la naturaleza, pues cada vez que alguien canta “hundido”, una parte nuestra es derrotada y su contraparte social se ve debilitada.

Podríamos finalizar expresando que el ambiente “es el dominio universal en el cual se desarrolla la vida”, por lo que o colaboramos o interferimos. Si decidimos colaborar deberemos aprender a participar desarrollando voluntad, respeto e inteligencia; si decidimos interferir solo necesitaremos reafirmar nuestro actual esquema especulativo.

La vida es participación. Lo demás, es solo un lento deslizamiento hacia un oscuro mundo de sorpresas no imaginadas.

sábado, 25 de agosto de 2012

El camino de regreso a casa

Infancia, hogar, afecto, calidez, seguridad, juego, alimento, salud, comunión.
Tierra, agua, aire, sol, vegetación, lluvia, viento.
¡Disfrutar, correr, jugar, vivir!


Despertar. Saltar de la cama. El baño. La ropa limpia. La cocina aromática. El desayuno sabroso. Las recomendaciones válidas. Las preguntas exactas. Las respuestas incompletas. Cuadernos, lápices, gomas, libros. Querer ser grande. ¡Cuánto apuro!

La escuela. El patio. La campana. La bandera. El aula. La señorita. Las actividades. Letras. Números. Historia. Geografía. Música. Trabajo manual. Deportes. Recreo. Corridas. Juegos. El aula (de nuevo). Retos. Premios y castigos. Risas. Disciplina. Cariño.

Más actividades. Los mandados. La mesa. Los Deberes. El fondo. La choza. El arroyo. La caña de pescar. Viejas del agua y bagres. El baldío. Travesuras. Complicidad. Retos. Cansancio. Sueño profundo. Reparador.

Los mayores de la barra. Los “amigos delincuentes”. La iniciación. Las pruebas. ¿Me animaré? ¿Cómo saldrá? La aceptación o el rechazo. La alegría para algunos. El desencanto para otros.

Vacaciones. Nuevas sensaciones. Frescura. Bienestar. Juegos. Amigos. Tiempo libre en abundancia.  Exploración del medio. Lluvia torrencial. Ríos crecidos. Ruido de olas. Barro. Tierra. Agua. Suciedad. El baño reparador. Los recuerdos. “El año que viene…”.

El despertar del amor. La moral y los prejuicios. Mirada buscada. Mirada devuelta. Mano húmeda. Temblor interior. Palabras que no salen. Palabras innecesarias. Piel suave. Nuevas sensaciones. Nuevas preguntas. Nuevo horizonte. El pecho se agranda. La vida se expande.

Los mayores. Sus brazos abiertos. Sus manos tendidas. Sus pechos acogedores. Sus miradas tiernas. Sus sonrisas comprensivas. Su compañía. Segura. Permanente. Cierta.

Sueños. Esperanzas. Anhelos. Expectativas. Ilusión. Inocencia...

¿Y luego? crecemos. Sin darnos cuenta, crecemos. Adolescencia, juventud, madurez, ¿vejez?

Recordando u olvidando. Si logramos recordar, crece la fortaleza, la vida. Si olvidamos, crece la debilidad, la muerte.

¿Qué nos está sucediendo que cada vez estamos más insatisfechos, inseguros, desconfiados, cobardes, astutos, desenfrenados, dubitativos, violentos? Esta batalla ¿quién la habrá ganado? ¿el olvido? ¿Y nuestra infancia? ¿Y nuestros sueños? ¿Y nuestra memoria útil? ¿Y nuestros compromisos? ¿Dónde quedaron?

¿Cuál anhelo, propósito o sentimiento legítimo descubrimos hoy en nuestro interior que no hemos podido concretar? ¿Qué ha pasado con nuestros anhelos de niños? ¿Cómo es que hemos quedado atrapados en este "frío y adulto lugar”, en donde la sensación de que “todo es una mentira” reina cotidianamente?

La sociedad -nuestra “adulta” sociedad- la vemos viciada de prejuicios, de vana intelectualidad no exenta de prometedoras fantasías, de incertidumbre, de temporalidad, de turbulencia.

Hemos decidido retornar a las fuentes.
Hemos decidido retornar a una vida simple, plena!
Hemos decidido participar de nuestra propia vida, de tal forma que ella nos "cueste" -día a día- lo que ella vale. ¡No al revés, "jugando a participar" en proyectos que nos dicen ser de todos pero que en realidad no sabemos quiénes son sus verdaderos dueños!

Esta es la idea, éste es ¡el camino de regreso a casa!

sábado, 11 de agosto de 2012

Deberes relativos - derechos absolutos



Las “reglas de juego”
Todo sistema, sin considerar si pertenece a lo natural o a lo cultural, se sostiene sobre la base de determinadas “reglas de juego” que posibilitan su correcto funcionamiento. En el caso de las sociedades estas normas se engloban dentro del concepto de Ley Positiva mientras que, en el mundo natural, las hacemos dentro de lo que denominamos Ley Natural (nos referimos a las Leyes de la Naturaleza y no al Derecho Natural).

Las “reglas de juego” tienen una finalidad o función que es contundente: permitir que, a través de su cumplimiento, el sistema funcione de forma eficaz y pueda sostenerse dentro de un marco de previsibilidad.

En nuestra cultura veamos a diario la presencia de cierta predisposición a transgredir la ley, que parece preocupar a pocos, y que provoca una degradación progresiva de la convivencia social.

Esta actitud de desprecio o indiferencia por la norma, pareciera fundarse en una premisa bastante difundida -fatal para cualquier organización- y que podría expresarse así: ¿para qué cumplir con la ley si aquellos que lo hacemos terminamos perjudicados? ¿Para qué cumplir si se castiga a inocentes y se libera a culpables? Esto pone en evidencia cuál es la causa que erosiona la fe pública, condición indispensable y sin la cual es imposible el desarrollo sostenido de cualquier sociedad.

Causa-efecto
Pareciera que estamos confundidos respecto de la relación causa-efecto. La hemos dado vuelta. Hemos sacrificado el vínculo esencial que mantiene unidos el deber con el derecho. Y debido a que no es posible separar el uno del otro sin destruir su funcionalidad social, se hace “cuesta arriba” lograr una justicia social que no sea efímera. No pueden ir derechos por un lado y deberes por otro; se debilitaría tal objetivo.

Cuando una obligación es cumplida, el derecho correspondiente se ve consumado en ese mismo acto. Cuando un ciudadano paga un impuesto (obligación individual), el estado -en ese mismo instante- ve satisfecho su derecho recaudatorio (colectivo). Solamente cuando el ciudadano no cumple su obligación, el estado puede reclamar su derecho, no antes. Cuando el estado, cumpliendo su función (obligación colectiva), atiende adecuadamente a un ciudadano que requiere información, éste ve satisfecho su necesidad (derecho individual) y se cancela la necesidad de reclamo alguno.

Estamos tan enredados que hemos tomado como principio de acción los derechos en vez de los deberes, los cuales tienen la función de actuar como “constructores activos” de una dinámica social sana. Escuchamos a diario la frase derechos humanos para referirnos a necesidades sociales no satisfechas que es indispensable resolver para reparar graves errores y poner ciertas cosas en su lugar. Por el contrario, no se percibe con la misma intensidad hablar de deberes. ¿Es que los deberes, en dónde quedaron? La palabra deber ¿ya no necesita ser nombrada? ¿Porqué se la ha invisibilizado? Es más, su concepto se lo suele relacionar -equivocadamente- con el temor, la debilidad o ingenuidad, y no con el valor que surge de una conducta consciente y digna.

Deberes relativos-derechos absolutos
Reclamar derechos es exigir por la fuerza que otro cumpla con su deber. Reclamarlos a ultranza y poner lo individual por sobre lo colectivo (como se ve cotidianamente), es un suicidio social, suicidio que puede demorar su manifestación, pero que, cuando aflora, lo hace con la fuerza de un terremoto. No hacer nada al respecto es aceptar la degradación (y el riesgo de terremoto).

Esta situación compromete y pone en la “picota” a quienes deben legislar, a quienes deben administrar y a quienes deben juzgar. A todos y a cada uno de los que tienen en sus manos algún nivel de responsabilidad. Es una verdadera pena descubrir en muchos ámbitos una actitud de “dejar pasar, total ¿qué se puede hacer?”. Hablar de aportar soluciones a partir de un esfuerzo en modificar conductas es causal de “expulsión” y de recibir insultantes calificativos como “ingenuo o utópico”. No se sostiene por mucho tiempo esta inversión de conceptos.

Y esta pasiva práctica, lleva a situaciones paradójicas e injustas en las que se termina avalando y justificando que “unos pocos” perjudiquen a “los muchos” en nombre de unos derechos corporativos que, pudiendo ser justos en su origen, parecieran perder tal condición al no tener en cuenta los derechos de los demás.

Conclusiones
La verdad es que -para nosotros, los comunes ciudadanos de este estado que nos dicen “debemos cuidar”- cuesta bastante comprender la inacción institucional y las posiciones justificativas y livianas de sus referentes al no hacer nada al respecto.

Debiéramos re-educar-nos, desarrollando respeto por la Ley y conocimiento sobre su función y finalidad, sobre su mecánica y ámbitos de aplicación, sobre las ventajas de su cumplimiento. Este conocimiento nos permitiría decidir con solidez, responsabilidad e inteligencia pues estaríamos manejando causas y no manipulando especulativamente efectos para contrarrestar acciones que eventualmente podrían perjudicarnos. Esto, se llama cobardía

No existe ninguna dinámica que logre equilibrar de manera sostenidaderechos absolutos con deberes relativos. Esta situación, aunque pueda ser apuntalada por algún tiempo mediante artilugios, suele ser el principio del deslizamiento del sistema social hacia “no sabemos dónde”.

El desafío pendiente para los máximos responsables del estado es cómo restablecer progresivamente la decaída fe pública.


domingo, 5 de agosto de 2012

Domos, construcciones e historia

Reconstrucción del poblado de Los Millares (Almería, España), Edad de Cobre.

Me interesan los domos geodésicos; esas estructuras con forma de cúpulas o semiesferas y que podemos haber visto en lugares tan dispares como una iglesia, un horno de campo, una feria, un parque temático o una casita de horneros, nuestra ave nacional.

Los domos me provocan admiración y en la medida que estudio o reviso información sobre el tema, se me hacen más interesantes por las múltiples cualidades que demuestran poseer. A partir de este hecho surgieron algunas preguntas que me llevaron a revisar información sobre su distribución espacial y temporal.

¿La idea del domo, estuvo presente solamente en algunas culturas puntuales del planeta? ¿Estuvo distribuida a lo largo del tiempo histórico en los diversos continentes o solo en algunos? ¿Fue una ocurrencia de diseño de alguna etnia en particular? ¿Podría haber sido  una especie de patrón geométrico que condicionaba los diseños constructivos a lo largo del espacio geográfico y del tiempo histórico?

Lugares geográficos y momentos históricos
Con el deseo de comprender me puse a explorar los lugares y momentos históricos en los cuales habían aparecido estructuras del tipo domo o de alguna geometría equivalente, como casquetes esféricos o conos truncados, por ejemplo.

La sorpresa fue grande cuando, analizando el material recopilado, descubro que este tipo de geometría estuvo presente desde la prehistoria más lejana hasta nuestros tiempos actuales y en no pocas culturas distribuidas por los cinco continentes, incluyendo la zona interior del círculo polar ártico.

En la Prehistoria desde sus comienzos paleolíticos (≈5 millones de años atrás), pasando por el Neolítico (entre -8.000 y -5.000 años), la Edad de los Metales (Cobre, Bronce, Hierro), y las distintas edades de la Historia (Antigua, Media, Moderna y Contemporánea), incluyendo la actualidad, aparecen este tipo de estructuras.

Funciones
Sus funcionalidades parecían cubrir todo tipo de necesidades, desde un lugar temporal de refugio (como era el caso de las tribus de cazadores recolectores del paleolítico cuando en primavera salían a obtener recursos lo que demandaba contar con campamentos móviles), pasando por viviendas permanentes en los pueblos sedentarios, hasta cúpulas en las iglesias del Medioevo con sus finos materiales y exquisitos ornamentos o poblados enteros como el caso de Los Millares (Almería, España), en su apogeo prehistórico de la Edad de Cobre europea.

Etnias y pueblos como los Yanomamis, Chipayas, Yaguas, Baris, Wounnan, Aymaras, Inuits, Fulanis, Tedas, Masai, Nubios, Pigmeos, Zulúes, Uzbecos, Tayikos, Mongoles, Vogules, Torajas, Maoríes, Samoanos, Kiribatíes, por citar algunos, usaban o usan -de una manera u otra- el concepto de "domo" en sus viviendas, ya sean individuales o en construcciones colectivas.

Hoy, los domos aparecen nuevamente en nuestra sociedad postmoderna y otra vez más vuelven a "tentarnos" con sus múltiples funcionalidades, aunque obviamente, sus materiales constructivos ya no sean ramas, cueros, piedras y arcilla.