domingo, 7 de julio de 2013

¿Colibríes o dinosaurios? (Enero/1999)

Nota: este artículo es parte de un ensayo titulado “El Estado Viviente”,
que escribiera en 1999. Lo subo al blog pues creo que aún es vigente.

Si la imaginación y la voluntad entraran en lucha, triunfaría siempre la primera, 
pues para poder hacer primero es necesario ver

Casi sin darnos cuenta, en estos últimos años, hemos ingresado a un “mundo distinto”. Un mundo cuyos representantes, voceros y gurúes -casi insistentemente- intentan subyugarnos con formas, colores y sonidos que, según dicen, llegan desde el futuro.

Nos prometen -provocativa y casi escandalosamente- un abanico mágico de tecnológicas soluciones virtuales a problemas que, por su naturaleza y condición, parecieran no poder resolverse íntegramente por estos medios, pues su esencia -sin lugar a dudas- está más cerca de "la persona y lo social" que de "la computadora y lo tecnológico".

Este “mundo distinto” podríamos visualizarlo -para mejor comprenderlo- a través de dos aspectos complementarios. Uno material, como sumatoria de elementos que hacen a la conformación física del mismo, y otro intencional, como finalidad o propósito que -en algún momento particular de su historia- le imprime una dirección y un sentido específico. Ambas partes, finalmente, se vinculan a través de una tercera categoría de aspectos como son los metodológicos (y/o tecnológicos), los cuales permiten que la intención pueda manifestarse como realidad objetiva.

Estos tres aspectos (el intencional, el metodológico y el material) están indisolublemente ligados entre sí y, cada uno de ellos, aporta su naturaleza y funcionalidad al conjunto, para que éste pueda conformarse y aflorar como una unidad. Las relaciones que se establezcan entre éstos, darán como resultado un determinado nivel de respuesta del “objeto en cuestión” a las demandas que lo originaron.

Partiendo de este esquema como premisa -y aceptando el mismo como punto de partida para reflexionar sobre algunos aspectos de la realidad- podríamos plantearnos diversos interrogantes en relación a este “mundo distinto”.

Como el mismo tiene ya vida propia y nosotros, queramos o no, estamos incluidos en él, es que partiremos de aquello que “vemos” (como son los aspectos materiales del mismo) para tratar de acercarnos, de una manera lógica, a sus aspectos no materiales con el fin de elaborar estrategias que nos permitan ubicarnos, movernos y actuar inteligentemente en él.

Partiremos de algunas características que lo distinguen y diferencian del otro  mundo -el conocido, el todavía presente, el viejo mundo- del cual parecería que muchos, de una manera sospechosa, desean huir rápidamente.

Este "mundo distinto" se manifiesta a nuestros ojos de diversas formas. Algunas características observables son: globalización (básicamente en relación a la comunicación e intercambio de información y cada vez más en lo económico, comercial, político, jurídico), mayor tecnología de punta en nuestra vida cotidiana, automatización de cada vez más procesos de todo tipo y objeto, aparición (paulatina y sobre todo en la gente joven) de nuevos hábitos y costumbres sociales e individuales propias de un nuevo ritmo de vida, mayor individualismo, pérdida del sentido de pertenencia a una determinada sociedad, organización o grupo, corrimiento de ciertas actividades propias del funcionamiento económico hacia formas todavía no muy bien comprendidas (teletrabajo, teleformación, nuevas formas de comercializar productos y servicios), etc.

Asimismo, podemos –como contraparte- observar otro tipo de variables complementarias como son: mayor concentración de la riqueza, desempleo en aumento sin posibilidades concretas de resolver tal situación de una manera permanente, un Estado cada día más ausente de sus funciones naturales (seguridad, educación, salud, etc.) sobre todo en países emergentes, un  mundo cada día más privado que se parece cada vez más a un inmenso mercado persa que a un espacio de participación y desarrollo ciudadano.

Como resultado de las complejas relaciones que se van dando entre estos componentes, se comienzan a vivir situaciones en donde la tendencia -en amplios sectores de la sociedad- pareciera apuntar a la incomunicación y a la soledad, a la intolerancia y violencia, a la desconfianza e incomprensión. Y ante esto, "las comunes personas de carne y hueso", nos preguntamos ¿cómo participar humanamente de este complejo mundo actual, sin perder lo que nosotros consideramos valioso como la estabilidad, la seguridad, el trabajo, la solidaridad, la posibilidad de investigar y estudiar, la salud, el ocio creativo y otros tantos aspectos de nuestra vida que hoy se encuentran insatisfechos?

¿Quién nos orienta sobre cuáles hábitos, capacidades o virtudes deberíamos desarrollar para hacer frente a este acelerado cambio sin que el mismo nos "pase por arriba"? ¿Qué institución, organismo o persona nos puede brindar respuestas sinceras y "exentas de ocultos intereses" a nuestra creciente incertidumbre? ¿Dónde está el Estado, ese mismo Estado que aparece tan claramente explicado y tan convincentemente descrito en los libros de Educación Cívica de los chicos del secundario?

Es seguro que encontrar las respuestas a "tanta pregunta" no sea un trabajo sencillo. Posiblemente, porque nos encontramos inmersos en medio de una "tempestad global" (de carácter político, económico, jurídico, social) que nos hace sentir impotentes, inseguros y angustiados, y sin la posibilidad concreta de poder visualizar un puerto conocido al cual dirigirnos.

Y éste quizá sea el nudo de la cuestión: no poder ver a dónde nos dirigimos, no saber qué nos espera en el camino, no tener mecanismos seguros para avanzar. Quizá, como se sostiene, estemos ante un cambio histórico de paradigmas, ante un cambio en los modelos de referencia (institucionales, humanos y conceptuales) para relacionarnos y poder resolver aquellos aspectos diarios de la realidad.

Debemos saber (¡debemos intentar saber!), a dónde queremos llegar. Solamente a partir de este conocimiento podremos diseñar pautas y establecer planes de acción inteligentes para andar el camino, porque sin visión no es posible la acción, sin acción no es posible el camino, sin camino no es posible el futuro, sin futuro… ¿qué sentido tiene el presente?

Las diferencias entre aquellos que ven el horizonte y aquellos que caminan viendo solamente su entorno inmediato, es muy grande, abismal.

Los primeros son como esos colibríes multicolores que -con una estructura física casi etérea- se desplazan a grandes velocidades de un sitio a otro dentro de un medio en donde no parecieran existir fronteras ni fricción alguna. Ellos ven, casi en un único instante, dónde están y a dónde quieren ir. El llegar a destino pasa a ser un hecho secundario y circunstancial. La visión -que permite la rápida decisión- es lo verdaderamente importante y esencial. El colibrí "ve" -desde su posición privilegiada- objetos, fenómenos y relaciones que desde la superficie es imposible visualizar.

Esto lo hace fuerte a pesar de su aparente debilidad.

Los otros, como los grandes saurios del pasado, son animales de superficie, caminadores pesados, oscuros, de estructura compleja y lenta, que se mueven con una visión limitada de su realidad, debido -probablemente- a la combinación de factores propios de su naturaleza y de factores externos que actúan como verdaderas interferencias a su desplazamiento. El saurio no puede ver desde su posición más allá de sus propias narices

Esto lo hace débil a pesar de su aparente fortaleza.

El colibrí frente al gran saurio. La "aparente debilidad" frente a la "aparente fortaleza". La visión esclarecedora frente a la acción casi ciega. El reino de lo “mágico” -como concepción de procesos de tiempo mínimo- frente al reino de lo burocrático -como concepción de procesos de visión mínima-. El futuro prometedor o el presente desesperanzado. La participación plena o la especulación interesada. La firme apuesta por la vida o el firme vínculo con la muerte.

Ésta es la disyuntiva de hoy: ¿colibríes o dinosaurios? Unos "intentando ver el futuro". Los otros "sólo pudiendo ver el presente".

Las preguntas claves a responder -o por lo menos a plantear para su reflexión y análisis- quizás sean ¿cuáles actitudes deberemos erradicar de nuestras vidas y cuáles incluir para adquirir la "virtud" del diminuto colibrí? ¿Cuáles aptitudes y capacidades nos serán útiles en este nuevo medio del cual ya somos parte directa o indirectamente? ¿Cuáles hábitos, prejuicios o conceptos será necesario que abandonemos, corrijamos o desarrollemos para evitar extinguirnos como el saurio caminador?

¿Cuál plan es posible, cuál impropio, cuál factible?

Creemos que hoy, nosotros, los ciudadanos del Estado Democrático, nos encontramos frente a un desafío mayor y una oportunidad única: la de plantear preguntas acertadas y analizar las mismas con valor, prudencia e inteligencia para descubrir las respuestas justas que nos permitan decidir -en el momento preciso- qué hacer frente a este presente amenazador.

Debemos evitar los riesgos de las decisiones improvisadas e inmaduras, fruto de la especulación interesada, la ambición desmedida y el apresuramiento oportunista que aquejan generalmente a aquellos cuya visión es nula o se encuentra a contrapelo de la realidad, de la historia y fundamentalmente del futuro