miércoles, 27 de febrero de 2013

Designio Imperial y Corrupción - Poema interrogativo




¿En nombre de qué oculto propósito una raza, etnia o pueblo se asigna el derecho brutal de someter, sojuzgar y avasallar a otras razas, pueblos, etnias o culturas?
¿Qué tipo de visión se ha podido construir y qué tipo de desafío ha sido planteado para mantener una perfecta obsesión en las mentes y corazones imperiales?

¿Qué energías han sostenido y qué esencia ha motorizado a lo largo de los años, un plan de tal naturaleza?

¿Cuáles son los límites territoriales de tanta ansia expansionista y cuál es su sino?

¿Qué atávica genética ha condicionado las decisiones de sus voluntades y sus libres albedríos?

¿Qué poderosa droga ha sido utilizada para adormecer una clara conciencia y reemplazarla por una falsa ilusión?

¿Por qué la férrea y tenaz persistencia en lograr perfección artificial como opción al natural y rítmico proceso de mejoramiento de Natura y su implacable ley?

¿Qué sentencias han debido de escuchar? ¿Qué castigos soportar? ¿Cuáles sufrimientos, prometido callar? ¿Qué miedos ocultar? ¿Qué amenazadoras presiones no los dejan reposar? 

¿Tanto sufrimiento, tanto miedo y tanta impotencia habrán sido semilla, suelo y riego de tanta violencia destructiva?

¿Cuál ceguera invade sus mentes? ¿Qué virus insensibiliza sus corazones? ¿Cuáles obstáculos vuelven impotentes sus esfuerzos?

¿Qué conocimientos y cuáles cerebros continúan asistiendo la ejecución de qué acciones? ¿Y de qué son disfrazadas éstas, ex profeso, para dar satisfacción a cuáles inexistentes derechos de los avasallados?

¿Qué tipo de hipnosis ha hecho posible la inhumana soberbia, la intimidante y extrema rebeldía y la enajenación propia de aquel poder que decide en soledad, exento de amor y de luz?

¿Qué superación es la que se pretende alcanzar reemplazando el bullicioso silencio de la vida por el ruidoso vacío de la muerte?

¿Afianzar finalmente la pobreza, la locura y el desamparo de los simples y pequeños mortales es una opción válida para justificar y mantener a ultranza tales objetivos?

¿Por qué pagar semejante costo en nombre de cuáles beneficios de difícil valoración y de imposible sostenimiento? ¿Por qué?

¿Qué tiempo ha transcurrido ya y cuáles serán los venideros en las advertidas líneas de acción de los hombres imperiales?

¿Qué mundos reales estamos soportando sin saberlo? ¿Y cuántos mundos imaginarios estamos creyendo vivir sin realmente hacerlo?

¿Qué futuros están pretendiendo robarnos y desdibujar de nuestras vidas a través de ficticios colores, estridentes sonidos, químicos sabores, falsas percepciones y expectantes promesas que nunca verán el día?

¿Qué antiguo arcano descubrirá el umbral que facilite el pleno acceso al conocimiento, a la justicia, a la paz? ¿Y qué nombre tiene el camino por donde marchará vencida la falsa vida?

¿Será, tanta incertidumbre, tanta angustia y tanto dolor, un peldaño más de un proceso de "parto planetario" para el nacimiento del humilde hombre despierto, participante inteligente de la Vida?

¿Qué está sucediendo en tus entrañas Planeta Azul, que se te nota tan inquieto? 

sábado, 9 de febrero de 2013

¿Sostenibilidad con corrupción? - II


Como continuidad de la entrada anterior, creo necesario aclarar algunas ideas alrededor del concepto de corrupción y de porqué decimos que no puede haber un "Estado sostenible-Ambiente sostenible" si no despejamos la corrupción, tanto del corazón del propio Estado, como de su periferia y de cualquiera de sus "infinitos" rincones donde se tejen fantasiosos sueños de poder.



Somos Estado



En principio, como premisa fundamental, creemos importante remarcar que cada uno de nosotros tenemos el deber de sentirnos incluidos en el Estado. Somos, como ciudadanía, parte del Estado (organizado en cuatro componentes, según dijimos en ¿Sostenibilidad con corrupción?. Ver imagen del título)



Y nosotros, como parte vital del Estado, elegimos de manera periódica -y no siempre con las mejores alternativas a la vista- quiénes van a gobernarnos. Pero elegimos y por lo tanto delegamos. Nosotros. Primera persona del plural.



Por otro lado, decimos que la corrupción (ver Glosario) está asociada indisolublemente al Estado, ya sea por acción o por omisión. Y esto es tan así, que esta corrupción nace y se va desarrollando desde la propia ciudadanía, a través de sus valores, hábitos individuales o aceptaciones colectivas (forjados a lo largo de una historia específica que le imprimió un estilo  particular de manifestarse) y se va haciendo, poco a poco, "carne social" en la medida en que no somos capaces de pararla "en seco", identificándola, mirándola de frente y elaborando conductas que la destierren de nuestra cotidianidad.



La corrupción puede tener el "tamaño y volumen" que permitamos que tenga. Claro que, una inconducta individual, fruto de una circunstancial particular, no necesariamente podría  ser tildada de corrupción, sobre todo si existe la actitud de reconocerla y corregirla. Pero, si esa misma acción, la terminamos aceptando y justificando, seguramente continuaremos repitiendo y consolidando dicha inconducta. 



Esta enfermedad de reafirmación de las inconductas, como hecho aceptado socialmente, es aquello que finalmente termina ascendiendo por la pirámide hasta posicionarse en las más altas jerarquías sociales y de gobierno, reforzando de esta forma, aún más, las causas de esa misma corrupción. Un hermoso circulo vicioso. Y absolutamente corrupto.



Y, desde estos espacios de jerarquía, se las sigue alimentando a través de la satisfacción de todas y cada una de las tentaciones que van apareciendo en los ámbitos del poder. Tentaciones que, en vez de ser enfrentadas desde la fortaleza de "hacer lo correcto" o "lo más justo" -según la función y responsabilidad que se asume como funcionario o gobernante- se la enfrenta desde una debilidad ética y moral, afianzada en ese ciudadano-ahora-gobernante que solo aprendió a "trepar" dentro de una política partidaria incoherente, pagando todo tipo de "peaje" para llegar -lo más rápido posible- a la posición ambicionada y poder zafar, o lograr el tan ansiado éxito o la salvación económica.  Solo o con su grupo de apoyo, no importa cómo. Lo que realmente  importa es “disfrutar, circunstancialmente, de esa falsa sensación de ser diferente y estar a salvo".



Aunque debiéramos saber que, cuando se habla de corrupción, el estar a salvo “para unos pocos” es causa de desgracia “para unos muchos". Y esto, no solo es inaceptable desde todo punto de vista (humano, ético, social), sino que es muy peligroso.



Debilidades y fortalezas



Y ¿qué podemos percibir detrás de la corrupción?



Podemos visualizar la existencia de debilidades propias de aquellas personas indeterminadas éticamente; debilidades que podríamos llamar anti-virtudes y que son las que, en nombre de la democracia, generan desconfianza, indiferencia, anomia ciudadana -con su pesada carga de violencia- y que terminan finalmente asesinando a la participación, eje esencial de todo Estado que se presuma democrático.



Las debilidades a que nos referimos son: la cobardía, el desenfreno, la astucia y el descontrol.

-La cobardía que tiene el significado de incumplimiento sistemático de los deberes y responsabilidades propias de la función que se acepta desarrollar socialmente, sin importar si es en el ámbito público o privado. Significa establecer unas relaciones totalmente inapropiadas entre el ciudadano y el espíritu de las leyes, las que deben estar fuertemente subordinadas a la propia Constitución.

-El desenfreno: que representa la aplicación impune y desmedida de atributos impropios del rol o función que a un ciudadano le toca cumplir y que por lo general van en desmedro del cuerpo social.

-La astucia: como actitud y mecanismo psicológico-mental orientado a evadir toda posibilidad de consenso que permitiera resolver, de forma sostenible y económica para el Estado, los problemas de éste, pero que -se mantiene a toda costa- pues de lo contrario pondría en evidencia las situaciones de prebendas sostenidas mediante la cobardía y el desenfreno.

-El descontrol: que es el resultado lógico de actuar especulativamente (con cobardía, desenfreno y astucia) y que se traduce en la falta de inteligencia, voluntad y compromiso para hacer más justa, progresivamente, la vida social.



Como contrapartida ¿cuáles serían las virtudes necesarias que podrían despejar esta situación? Creemos que son la contrapartida de aquellas, es decir: el valor, la prudencia, la inteligencia y el equilibrio

-El valor, que permite –libre y conscientemente- hacerse cargo de las propias responsabilidades y deberes que corresponden a un propósito común establecido y representado por el espíritu de la Constitución, máxima referencia de las conductas sociales. No debe confundirse valor con arrojo o temeridad.

-La prudencia, para enmarcar nuestra toma de decisiones cotidianas en coincidencia con la Ley, ya sean éstas del orden natural o político-social.

-La inteligencia, que posibilita identificar las causas de aquellos procesos que agreden al cuerpo social, de forma tal de acceder a la mejor solución evitando así acciones reaccionarias que solo potenciarían el problema.

-El equilibrio o armonía social, como resultado lógico de haber desarrollado desde las funciones que nos tocan a cada uno, como ciudadanos comunes o con responsabilidades de conducción, valor, prudencia e inteligencia.



Lo planteado, si bien simple no es fácil, pues está referido a cambios culturales los cuales necesitan de tiempo y a veces, sufrimiento.



Pero, independientemente del tiempo que nos lleve ver los resultados, lo primero que se requiere es un claro y sincero reconocimiento de la situación. A su vez se debe aceptar la imperiosa necesidad de un cambio, con signos de permanencia, y de un plan que nos permita progresar colectivamente, erradicando esta terrible debilidad que logra transformar cualquier sólido fundamento social en un gigante con pies de barro.



Conductas ciudadanas e institucionales



Y entonces, volviendo a la pregunta de cómo la corrupción del Estado repercute e imposibilita la tan declamada sostenibilidad ambiental, llegamos a la conclusión de que se han ido estableciendo con el tiempo un conjunto de relaciones inapropiadas entre los distintos componentes del Estado (y del ambiente por extensión) que mueven sistemáticamente la rueda de la corrupción, provocan contaminación y sostienen la confusión.



Esta rueda podemos imaginarla a través de las conductas de sus dos actores centrales: las instituciones (desde lo orgánico o sistémico) y la ciudadanía (desde lo individual). Actores que deben decidir colectivamente, a través de los canales institucionales, si desean continuar con la especulación a ultranza o si en cambio desean emprender un renovado camino de participación verdadera.



Desde lo institucional (Gobierno) es necesario que se acepten los desafíos, que se generen espacios de participación vinculantes, que se desarrollen políticas de estado inteligentes y que se asignen recursos en cantidad suficiente para que la ciudadanía (acompañada desde las organizaciones) pueda participar de un cambio cierto hacia el dominio de lo sostenible.



Desde la ciudadanía, conjunto soberano de actores, se hace necesario que desarrollemos el pensamiento crítico que nos aleje de dogmas y prejuicios, educarnos en temas sociales y ambientales, generar y fortalecer hábitos apropiados de sostenibilidad, participar de procesos de depuración ambiental trabajando sobre las causas y no contrarrestando permanentemente los efectos negativos de aquellas, desarrollar la atención para poder “mirar y ver” y, quizá finalmente, llegar a  disfrutar de una fiesta que significaría una vida en un ambiente progresivamente saludable dentro de una sociedad progresivamente educada.



Somos Ambiente



A su vez y para cerrar estas ideas, debemos decir que así como expresamos que somos Estado, también deberíamos decir: somos Ambiente.



Porque naturaleza es una cosa, cultura es otra y ambiente es la relación que establece una cultura determinada con la naturaleza. Por lo cual el ambiente es un concepto humano de integración de dos subsistemas. Hoy se está hablando de acoplamiento hombre-naturaleza para intentar aproximarse a un renovado concepto de ambiente. No de hombre “en” la naturaleza, ni de hombre “con” la naturaleza u hombre “y” naturaleza. No, sino de otro concepto, el de unificación de ambas cosas en una nueva perspectiva.



Si en un ejercicio teórico, pudiéramos eliminar al hombre del planeta, lo que quedaría no es un ambiente “libre del hombre”; quedaría una naturaleza sin agentes contaminantes, que es algo muy distinto.



Si pudiéramos darnos cuenta que estamos relacionados de una manera u otra con las cosas externas a nosotros y que los resultados que esperamos alcanzar a través de nuestras relaciones (con objetos o sujetos) dependen del tipo y calidad de las relaciones que establezcamos, entonces empezaríamos quizás a visualizar al ambiente como algo que nos incluye y a su vez como algo propio, de nosotros mismos, pues toda relación es una vinculación de por lo menos dos “puntas”, una de las cuales está en nuestra mente y en nuestros sentimientos. Dentro, nunca fuera.



La misma causa que nos impide decir “somos Estado” es la misma que nos impide decir “somos Ambiente”. Cuando resolvamos una, resolveremos las dos.



Y esto significará que habremos dado el primer paso hacia una vida verdaderamente sostenible, participante, cierta, en donde las referencias válidas para nuestras conductas estarán sólidamente ancladas al mundo de la Ley Natural, principio y fin de la sustentabilidad y no en nuestros prejuicios, nuestras ambiciones y nuestra disfrazada confusión.

sábado, 2 de febrero de 2013

¿Sostenibilidad con corrupción?


Mientras trabajo, suelo escuchar radio. Casi siempre AM, a veces música en FM. En algunos de estos programas, se oyen cosas que disparan ideas. Y esto es lo que pasó hace un rato mientras escuchaba a un periodista entrevistar a un político.

El tema del que hablaban tenía que ver con las siguientes palabras claves: ambiente, sustentabilidad-sostenibilidad, Estado, partidos políticos, sociedad organizada, estrategias de defensa social, elecciones, voto.

La conversación fue llevada por el periodista, esencialmente, hacia las promesas no cumplidas por políticos, respecto de aquello qué iban a hacer (antes del voto) y de lo que realmente hicieron (después de haber sido votados).

Por supuesto que de lo que se trataba era del irracional, nefasto y desmoralizador “truco político preelectoral”, viejo conocido de aquellos que llevamos algunos años en el alma.

Sustentabilidad y Sostenibilidad

Estas dos palabras –que suelen ser utilizadas sin mayores precisiones, como pasó en la audición de radio de referencia- nos dirigen al concepto de ambiente.

Éste concepto -el de ambiente, ya analizado en un texto anterior de este blog- pareciera que no termina de quedar claro (hay tantos intereses de por medio!); y sin lo cual sería dificultoso avanzar hacia la diferenciación de lo que entendemos por sostenibilidad sustentabilidad, ya que -desde nuestra óptica- son dos términos esencialmente distintos que hacen referencia a dominios absolutamente distintos de la realidad.

Reiteramos como base para el análisis, lo ya dicho en Naturaleza, Ambiente y Sociedad (Ago.2012): “el ambiente es el dominio universal en el cual se desarrolla la vida, por lo que o colaboramos o interferimos. Si decidimos colaborar deberemos aprender a participar desarrollando capacidades que nos permitan ser útiles; si decidimos interferir solo necesitaremos reafirmar nuestro actual esquema especulativo”.

En el mismo texto expresábamos una diferencia profunda, tajante, abismal, entre dos conceptos opuestos: especulación y participación. A su vez, relacionábamos el primero con la interferencia al desarrollo de la propia vida y al segundo con la colaboración con ésta.

En este punto es oportuno expresar, a nuestro entender, la diferencia central entre lo sostenible y lo sustentable. Para ello es útil preguntarnos ¿utilizando cuál sistema referencial podríamos establecer esta diferencia? Nos respondemos: con la propia naturaleza, cuyas leyes regulan el conjunto de la vida toda.

Entonces ¿cuál es la diferencia?

Decimos que lo sustentable, lo único que podría considerarse dotado de este atributo, es la propia Naturaleza, cuyos miles de millones de años de historia atestiguan la particularidad de haber generado las condiciones necesarias para el desarrollo y sostén de la vida, en sus diversas manifestaciones. Y -si nadie se opone- todo parece indicar que continuará su camino con esta “raza humana dentro del planeta” o sin ella. Dice un antiguo poema “… y sea que te resulte claro o no, indudablemente, el universo marcha como debiera” (Desiderata).

Lo sostenible en cambio pertenecería al dominio de lo social, cultural, humano. Y es (o sería) el estado óptimo que podríamos lograr y mantener sin provocar más que un mínimo impacto sobre la naturaleza, de forma tal de permitirnos obtener los recursos necesarios para el desarrollo de nuestra vida sin comprometer las posibilidades de las generaciones venideras (Nuestro Futuro Común, 1987).

Y entonces ¿qué hechos, circunstancias o acciones permitirían acercarnos a una vida sostenible, la cual sería –según lo expresado- nuestra máxima aspiración como “sociedad civilizada”?

Es necesario anticipar que la corrupción ¡nos aleja de ella!

Estado y Corrupción (1)

Nos dicen que pertenecemos a un estado democrático y que somos ciudadanos de un estado democrático. Muchos se quedan con ese fascinante sonido que facilita la creación de imágenes y sensaciones halagadoras respecto de nuestra condición, de nuestra situación, pero no de nuestro futuro, el cual se presenta absolutamente incierto.

Bien, pero ¿qué es el Estado? ¿Cuáles son sus componentes? ¿Cuáles relaciones se establecen entre dichos componentes? ¿En qué nos afecta o promueve? ¿Cuáles son nuestras responsabilidades para con él?

Y remarcamos el concepto de Estado pues es él (“nosotros” en última instancia) quien genera, aprovecha y favorece la corrupción o quien intenta ponerle freno y desterrarla, identificando sus causas y despejándolas a través de verdaderas políticas de estado.

Es muy importante y necesario visualizar que la corrupción es un atributo (o mejor dicho un anti-atributo) del propio Estado, el cual está conformado esencialmente por un pueblo (con su historia y circunstancias), un territorio (dotado de recursos limitados) y un poder político, surgido del propio pueblo, organizado jurídicamente (constitución, leyes, instituciones, etc.).

Por lo cual las múltiples y virtuosas/viciosas relaciones entre estos componentes definirán finalmente la condición de salud o enfermedad de una sociedad y un ambiente dados, en un momento histórico dado y en un territorio determinado.

Dicho esto nos preguntamos si un Estado “enfermo” o corrupto (que en este caso sería lo mismo), tiene alguna posibilidad concreta y efectiva de alcanzar un desarrollo sostenible.

La naturaleza es sustentable sencillamente porque en ella hay una ley natural que es “respetada” en toda su profundidad y amplitud. Desde el comportamiento de las partículas subatómicas hasta el viaje cósmico de una galaxia; desde la formación de un cristal mineral hasta el funcionamiento equilibrado de una célula; desde el crecimiento regular de un organismo hasta su decadencia y muerte. En todo el mundo natural, hay una manifestación de orden (palabrita ésta que, a pesar de que fue perdiendo intencionadamente su valor, sigue siendo esencial para el dueto sustentabilidad / sostenibilidad).

Y decimos que, para que sea posible la existencia de la sostenibilidad, debe existir, entonces, un marco de conductas ciudadanas respetuosas de la ley social y del espíritu constitucional/institucional en el cual nos desenvolvemos como personas. Sin respeto a la Ley, no hay sostenibilidad alguna, solo un campo propicio para que florezcan los desvíos y la corrupción, enemiga principal de cualquier idea que pueda querer incluir el concepto de “durabilidad”, como lo es el de sostenibilidad.

Ningún sistema perdura sin conductas que, conocedoras y respetuosas de sus reglas de juego, lo sostenga.

Y volviendo al comienzo, donde hablábamos de promesas preelectorales incumplidas, cerramos este texto expresando a viva voz un mensaje dirigido, en primer lugar a los "políticos con aspiraciones" y en segundo lugar a la misma ciudadanía: 

"Un ambiente sano con aspiraciones de sostenibilidad, comienza con ideas claras –surgidas  de ricos intercambios entre ciudadanía e instituciones, sobre el real significado del ambiente y su conservación-, sigue con acuerdos sectoriales responsables, continúa con el diseño y aplicación de políticas de estado representativas, se enriquece con el aprendizaje, la investigación y la mirada cotidiana de la ciudadanía y sus organizaciones y concluye con una conciencia colectiva sobre esta refrescante forma de vida que tendría un solo y único nombre, mayúsculo, sólido, verdadero: par-ti-ci-pa-ción".

Todo lo demás, pareciera acercarse a un oscuro y malintencionado juego de aquellos que aspiran a la anti-democracia, al anti-ambiente, a la anti-vida.

Desde dónde, hacia dónde

¿Dónde estamos parados? ¿Desde dónde venimos? ¿Qué horizonte imaginamos? ¿Qué estaríamos dispuestos a sacrificar para alcanzar aquello que “decimos soñar”?
-Estamos parados en un “espacio” particularmente especulativo, de naturaleza beligerante, favorecedor de las peores desconfianzas, avasallante, oportunista, inseguro, individualista, turbulento, incierto.
-Este mismo espacio, a su vez y contradictoriamente, está habitado por personas con buenas intenciones, agradable, con deseos de cambio, heterogéneo, colorido, quejoso, emotivo, ruidoso, desordenado.
-Personas que poseen visiones, valores y hábitos heredados de culturas diversas e  historias diferentes, todo lo cual -lógicamente- puede dificultar los entendimientos, pero nunca abolirlos.
-Personas y colectivos que decimos saber qué queremos y anhelamos, pero que no atinamos a lograrlo.
-Indiscutiblemente falta un rol activo, que es el del propio Estado, desde el propio territorio, desde la propia Constitución, desde la misma ciudadanía. Leyes no faltan; la ley Nº 25675, Ley General del Ambiente (de presupuestos ambientales mínimos), existe desde 2002. Observen los conceptos claves de esa norma: preservar, recuperar, mejorar, recursos ambientales, calidad de vida, participación social, uso sustentable de recursos, equilibrio, sistemas ecológicos, diversidad biológica, prevención de efectos nocivos, valores, conductas sociales, desarrollo sustentable, información ambiental, libre acceso a la población, sistema de coordinación.
-Ante tanta declamación ¿qué falta? Solo falta valor y voluntad política de quienes dicen representarnos para que, las loables intenciones expresadas en un desprestigiado documento legal puedan convertirse en efectivas realidades susceptibles de ser conocidas, respetadas y vividas de manera cotidiana por los hombres y mujeres que habitamos este suelo.

En 1939 José Ortega y Gasset nos decía desde una conferencia en La Plata: "¡Argentinos, a las cosas! Queriéndonos significar -hace ya casi 3/4 de siglo- que debíamos dejar cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos, de desconfianzas, todo lo cual mataba (y sigue matando) la fe pública y retrasa el andar hacia una vida plena de los pueblos.

¿Cuáles serán “las cosas” a las cuales debemos dirigir hoy nuestra atención, nuestro esfuerzo, nuestra inteligencia?

Seguramente hacia formas alternativas factibles para construir -paso a paso- un Estado sano, libre de corrupción, con políticos, funcionarios y referentes sociales que demuestren valor, prudencia, inteligencia y capacidad de compromiso para generar en nosotros aquella olvidada satisfacción de pertenecer a una institución y a un suelo donde podamos creer, aprender, crecer, participar, vivir!

¿Será esto ingenuidad? Quizás su verdadero nombre sea utopía, y la percibida ingenuidad no sea más que un atributo necesario de aquella.

(1) Ver Glosario