viernes, 31 de agosto de 2012

Premisas del Aprendizaje


1. Nunca lo que diga un maestro debe ser considerado como cierto. Nunca!
2. Lo que afirme solo puede ser cierto para él, pues se supone que lo ha corroborado. Para mí (persona, alumno, estudiante) solo debe ser una hipótesis que tendré que corroborar o validar.
3. El aprendizaje es investigación, que se fundamenta en una actitud: no prejuzgar.
4. Todas las personas pueden convertirse en investigadoras; no hacen falta laboratorios, ni títulos, ni pertenencia alguna a instituciones académicas o científicas. Hace falta actitud, claridad de miras y atención.
5. Esta actitud se complementa con prontitud y disposición, es decir con sentido de la oportunidad y voluntad.
6. El prejuicio no es ni malo, ni bueno; es tan solo una percepción inmadura sobre algún aspecto de la realidad.
7 El prejuicio es un disparador de nuestro aprendizaje, nunca un resultado. Y si llegamos a confundir prejuicio con conocimiento, entonces estaremos alimentándonos con un alimento inadecuado que nos provocará, seguramente, una perturbadora "intoxicación".

El Saber se inicia con el conocimiento de para qué sirven las cosas, avanza con la aceptación íntima de tal conocimiento y se realiza en una práctica respetuosa de tales fines.

domingo, 26 de agosto de 2012

Naturaleza, Ambiente y Sociedad


A diario escuchamos expresiones, provenientes de las más diversas fuentes, que incluyen estos términos. Si bien es cierto que, en general, la ciudadanía tiene una percepción más o menos precisa sobre sus significados, pareciera en cambio no disponer de una percepción equivalente sobre sus relaciones e interacciones y sobre el impacto que éstas provocan en el desarrollo sostenible de la propia vida.

Naturaleza y Sociedad
Intentaremos una breve conceptualización de estos términos antes de hablar sobre sus vínculos.


Respecto de la naturaleza, solo diremos que la mayoría de las personas disponemos de una percepción más o menos consistente sobre el significado e importancia de la misma. La vemos como un conjunto de objetos, fenómenos y leyes, incluyendo la vida, que funcionan según patrones, expresiones y significados que –por su regularidad y continuidad temporal- genera admiración por un lado y respeto/temor por otro.

Con relación a las sociedades -o mas bien a los hábitos sociales- podríamos decir que las conductas prevalentes en cada una de ellas, impactan de diversas formas en sus respectivos entornos naturales. Siempre hay y ha habido un impacto del hombre sobre el medio natural, el cual es o ha sido beneficioso o perjudicial.

Debido a que las sociedades están formadas por varones y mujeres que generan y comparten una cultura dentro de un espacio y un tiempo, podremos darnos cuenta que la persona es el protagonista central y causal del impacto provocado en el entorno.

Un detalle no menor –que hace algo más complejo el tema- es que el hombre es un ser de dos “mundos”: uno natural (al cual pertenece desde un aspecto biológico) y uno social o cultural (que él mismo crea, según su libre albedrío, a partir de las decisiones que va tomando según su visión, necesidades y circunstancias). Por lo que, según sea el estilo que cada grupo o comunidad desarrolle para sostener su cultura, será el tipo y magnitud del impacto que esa cultura impondrá al medio.

El ambiente, hasta hoy
Hay un esquema mental muy arraigado en nosotros que nos permite sostener la creencia o el sentimiento de que cada uno de nosotros: (1) es un individuo separado del resto de las personas, y como tal (2) es un individuo independiente del entorno y de las cosas que hay en él.

“Yo soy” pareciera ser la síntesis de la primera convicción. Y no es criticable, de ninguna manera, en cuanto al sentimiento de identidad. “Yo soy yo y vos sos vos”, correcto! Así lo consideramos y lo respetamos.

Si de esta manera nos sentimos, totalmente separados y distanciados, respecto de nuestros “pares humanos” ¿cómo podremos sentirnos o qué podremos pensar respecto de las cosas naturales, animadas o no, que se encuentren en nuestro entorno? Generalmente pensamos que las mismas están a nuestra disposición para cubrir nuestras necesidades (lo cual es correcto), a cualquier costo (lo cual no es correcto) y por cualquier medio (lo cual potencia la incorrección).

Esta convicción “separatista” se ve agravada por otra convicción ya instalada en nuestra sociedad que expresa además, “yo tengo derechos” y mis derechos son “absolutos” (los deberes quedaron en el baúl de la abuela) es decir lo individual aparece por encima de lo colectivo (ver “Deberes relativos –derechos absolutos”, entrada del 11.Ago.12).

Por lo cual, combinando el “yo soy” con el “yo dispongo a mi antojo” aparece una primera aproximación al concepto de ambiente que podríamos expresar más o menos así: el ambiente es la sumatoria de todas las cosas naturales que me rodean y que me permiten cubrir mis necesidades; la relación que he establecido con él esta basada en mis derechos individuales que me permiten disponer libremente de ellos según mis propios prejuicios, caprichos y/o antojos, sin importarme las consecuencias de tales actos, las cuales justificaré apropiada y oportunamente según me convenga.

¿Y la degradación o contaminación del mismo? Ése no es “mi problema”, es un problema “de los otros” contesta el especulador.

Una nueva relación, un nuevo concepto
Esta actitud genera un desequilibrio entre sociedad y naturaleza pues se considera que “lo social” está por un lado y “lo natural” por otro, sin que se puedan establecer relaciones de equilibrio entre ambos extremos que se basen en el conocimiento de las leyes naturales, en el respeto a las mismas y en la racionalidad de los actos que se ejecuten sobre estos recursos. Esta actitud desaprensiva facilita, a su vez, el perfeccionamiento de unas relaciones de orden circunstancial (especulativas), cuando éstas debieran ser de orden referencial (participativas).

Por lo cual, una nueva mirada, debería permitirnos acceder a una relación hombre-naturaleza más sana para disponer de un nuevo y sólido punto de partida que prevenga desequilibrios fuera de escala y que permita a natura mantener en funcionamiento todos los servicios que nos brinda de manera cotidiana desde hace millones de años.

Si miramos responsablemente el estado actual de nuestro planeta, podremos darnos cuenta que una nueva visión sobre el concepto de ambiente es necesaria. Este nuevo concepto debería incluirnos en él como sujetos inteligentes que han comprendido de manera colectiva que no podemos seguir jugando a la “guerra naval” con la naturaleza, pues cada vez que alguien canta “hundido”, una parte nuestra es derrotada y su contraparte social se ve debilitada.

Podríamos finalizar expresando que el ambiente “es el dominio universal en el cual se desarrolla la vida”, por lo que o colaboramos o interferimos. Si decidimos colaborar deberemos aprender a participar desarrollando voluntad, respeto e inteligencia; si decidimos interferir solo necesitaremos reafirmar nuestro actual esquema especulativo.

La vida es participación. Lo demás, es solo un lento deslizamiento hacia un oscuro mundo de sorpresas no imaginadas.

sábado, 25 de agosto de 2012

El camino de regreso a casa

Infancia, hogar, afecto, calidez, seguridad, juego, alimento, salud, comunión.
Tierra, agua, aire, sol, vegetación, lluvia, viento.
¡Disfrutar, correr, jugar, vivir!


Despertar. Saltar de la cama. El baño. La ropa limpia. La cocina aromática. El desayuno sabroso. Las recomendaciones válidas. Las preguntas exactas. Las respuestas incompletas. Cuadernos, lápices, gomas, libros. Querer ser grande. ¡Cuánto apuro!

La escuela. El patio. La campana. La bandera. El aula. La señorita. Las actividades. Letras. Números. Historia. Geografía. Música. Trabajo manual. Deportes. Recreo. Corridas. Juegos. El aula (de nuevo). Retos. Premios y castigos. Risas. Disciplina. Cariño.

Más actividades. Los mandados. La mesa. Los Deberes. El fondo. La choza. El arroyo. La caña de pescar. Viejas del agua y bagres. El baldío. Travesuras. Complicidad. Retos. Cansancio. Sueño profundo. Reparador.

Los mayores de la barra. Los “amigos delincuentes”. La iniciación. Las pruebas. ¿Me animaré? ¿Cómo saldrá? La aceptación o el rechazo. La alegría para algunos. El desencanto para otros.

Vacaciones. Nuevas sensaciones. Frescura. Bienestar. Juegos. Amigos. Tiempo libre en abundancia.  Exploración del medio. Lluvia torrencial. Ríos crecidos. Ruido de olas. Barro. Tierra. Agua. Suciedad. El baño reparador. Los recuerdos. “El año que viene…”.

El despertar del amor. La moral y los prejuicios. Mirada buscada. Mirada devuelta. Mano húmeda. Temblor interior. Palabras que no salen. Palabras innecesarias. Piel suave. Nuevas sensaciones. Nuevas preguntas. Nuevo horizonte. El pecho se agranda. La vida se expande.

Los mayores. Sus brazos abiertos. Sus manos tendidas. Sus pechos acogedores. Sus miradas tiernas. Sus sonrisas comprensivas. Su compañía. Segura. Permanente. Cierta.

Sueños. Esperanzas. Anhelos. Expectativas. Ilusión. Inocencia...

¿Y luego? crecemos. Sin darnos cuenta, crecemos. Adolescencia, juventud, madurez, ¿vejez?

Recordando u olvidando. Si logramos recordar, crece la fortaleza, la vida. Si olvidamos, crece la debilidad, la muerte.

¿Qué nos está sucediendo que cada vez estamos más insatisfechos, inseguros, desconfiados, cobardes, astutos, desenfrenados, dubitativos, violentos? Esta batalla ¿quién la habrá ganado? ¿el olvido? ¿Y nuestra infancia? ¿Y nuestros sueños? ¿Y nuestra memoria útil? ¿Y nuestros compromisos? ¿Dónde quedaron?

¿Cuál anhelo, propósito o sentimiento legítimo descubrimos hoy en nuestro interior que no hemos podido concretar? ¿Qué ha pasado con nuestros anhelos de niños? ¿Cómo es que hemos quedado atrapados en este "frío y adulto lugar”, en donde la sensación de que “todo es una mentira” reina cotidianamente?

La sociedad -nuestra “adulta” sociedad- la vemos viciada de prejuicios, de vana intelectualidad no exenta de prometedoras fantasías, de incertidumbre, de temporalidad, de turbulencia.

Hemos decidido retornar a las fuentes.
Hemos decidido retornar a una vida simple, plena!
Hemos decidido participar de nuestra propia vida, de tal forma que ella nos "cueste" -día a día- lo que ella vale. ¡No al revés, "jugando a participar" en proyectos que nos dicen ser de todos pero que en realidad no sabemos quiénes son sus verdaderos dueños!

Esta es la idea, éste es ¡el camino de regreso a casa!

sábado, 11 de agosto de 2012

Deberes relativos - derechos absolutos



Las “reglas de juego”
Todo sistema, sin considerar si pertenece a lo natural o a lo cultural, se sostiene sobre la base de determinadas “reglas de juego” que posibilitan su correcto funcionamiento. En el caso de las sociedades estas normas se engloban dentro del concepto de Ley Positiva mientras que, en el mundo natural, las hacemos dentro de lo que denominamos Ley Natural (nos referimos a las Leyes de la Naturaleza y no al Derecho Natural).

Las “reglas de juego” tienen una finalidad o función que es contundente: permitir que, a través de su cumplimiento, el sistema funcione de forma eficaz y pueda sostenerse dentro de un marco de previsibilidad.

En nuestra cultura veamos a diario la presencia de cierta predisposición a transgredir la ley, que parece preocupar a pocos, y que provoca una degradación progresiva de la convivencia social.

Esta actitud de desprecio o indiferencia por la norma, pareciera fundarse en una premisa bastante difundida -fatal para cualquier organización- y que podría expresarse así: ¿para qué cumplir con la ley si aquellos que lo hacemos terminamos perjudicados? ¿Para qué cumplir si se castiga a inocentes y se libera a culpables? Esto pone en evidencia cuál es la causa que erosiona la fe pública, condición indispensable y sin la cual es imposible el desarrollo sostenido de cualquier sociedad.

Causa-efecto
Pareciera que estamos confundidos respecto de la relación causa-efecto. La hemos dado vuelta. Hemos sacrificado el vínculo esencial que mantiene unidos el deber con el derecho. Y debido a que no es posible separar el uno del otro sin destruir su funcionalidad social, se hace “cuesta arriba” lograr una justicia social que no sea efímera. No pueden ir derechos por un lado y deberes por otro; se debilitaría tal objetivo.

Cuando una obligación es cumplida, el derecho correspondiente se ve consumado en ese mismo acto. Cuando un ciudadano paga un impuesto (obligación individual), el estado -en ese mismo instante- ve satisfecho su derecho recaudatorio (colectivo). Solamente cuando el ciudadano no cumple su obligación, el estado puede reclamar su derecho, no antes. Cuando el estado, cumpliendo su función (obligación colectiva), atiende adecuadamente a un ciudadano que requiere información, éste ve satisfecho su necesidad (derecho individual) y se cancela la necesidad de reclamo alguno.

Estamos tan enredados que hemos tomado como principio de acción los derechos en vez de los deberes, los cuales tienen la función de actuar como “constructores activos” de una dinámica social sana. Escuchamos a diario la frase derechos humanos para referirnos a necesidades sociales no satisfechas que es indispensable resolver para reparar graves errores y poner ciertas cosas en su lugar. Por el contrario, no se percibe con la misma intensidad hablar de deberes. ¿Es que los deberes, en dónde quedaron? La palabra deber ¿ya no necesita ser nombrada? ¿Porqué se la ha invisibilizado? Es más, su concepto se lo suele relacionar -equivocadamente- con el temor, la debilidad o ingenuidad, y no con el valor que surge de una conducta consciente y digna.

Deberes relativos-derechos absolutos
Reclamar derechos es exigir por la fuerza que otro cumpla con su deber. Reclamarlos a ultranza y poner lo individual por sobre lo colectivo (como se ve cotidianamente), es un suicidio social, suicidio que puede demorar su manifestación, pero que, cuando aflora, lo hace con la fuerza de un terremoto. No hacer nada al respecto es aceptar la degradación (y el riesgo de terremoto).

Esta situación compromete y pone en la “picota” a quienes deben legislar, a quienes deben administrar y a quienes deben juzgar. A todos y a cada uno de los que tienen en sus manos algún nivel de responsabilidad. Es una verdadera pena descubrir en muchos ámbitos una actitud de “dejar pasar, total ¿qué se puede hacer?”. Hablar de aportar soluciones a partir de un esfuerzo en modificar conductas es causal de “expulsión” y de recibir insultantes calificativos como “ingenuo o utópico”. No se sostiene por mucho tiempo esta inversión de conceptos.

Y esta pasiva práctica, lleva a situaciones paradójicas e injustas en las que se termina avalando y justificando que “unos pocos” perjudiquen a “los muchos” en nombre de unos derechos corporativos que, pudiendo ser justos en su origen, parecieran perder tal condición al no tener en cuenta los derechos de los demás.

Conclusiones
La verdad es que -para nosotros, los comunes ciudadanos de este estado que nos dicen “debemos cuidar”- cuesta bastante comprender la inacción institucional y las posiciones justificativas y livianas de sus referentes al no hacer nada al respecto.

Debiéramos re-educar-nos, desarrollando respeto por la Ley y conocimiento sobre su función y finalidad, sobre su mecánica y ámbitos de aplicación, sobre las ventajas de su cumplimiento. Este conocimiento nos permitiría decidir con solidez, responsabilidad e inteligencia pues estaríamos manejando causas y no manipulando especulativamente efectos para contrarrestar acciones que eventualmente podrían perjudicarnos. Esto, se llama cobardía

No existe ninguna dinámica que logre equilibrar de manera sostenidaderechos absolutos con deberes relativos. Esta situación, aunque pueda ser apuntalada por algún tiempo mediante artilugios, suele ser el principio del deslizamiento del sistema social hacia “no sabemos dónde”.

El desafío pendiente para los máximos responsables del estado es cómo restablecer progresivamente la decaída fe pública.


domingo, 5 de agosto de 2012

Domos, construcciones e historia

Reconstrucción del poblado de Los Millares (Almería, España), Edad de Cobre.

Me interesan los domos geodésicos; esas estructuras con forma de cúpulas o semiesferas y que podemos haber visto en lugares tan dispares como una iglesia, un horno de campo, una feria, un parque temático o una casita de horneros, nuestra ave nacional.

Los domos me provocan admiración y en la medida que estudio o reviso información sobre el tema, se me hacen más interesantes por las múltiples cualidades que demuestran poseer. A partir de este hecho surgieron algunas preguntas que me llevaron a revisar información sobre su distribución espacial y temporal.

¿La idea del domo, estuvo presente solamente en algunas culturas puntuales del planeta? ¿Estuvo distribuida a lo largo del tiempo histórico en los diversos continentes o solo en algunos? ¿Fue una ocurrencia de diseño de alguna etnia en particular? ¿Podría haber sido  una especie de patrón geométrico que condicionaba los diseños constructivos a lo largo del espacio geográfico y del tiempo histórico?

Lugares geográficos y momentos históricos
Con el deseo de comprender me puse a explorar los lugares y momentos históricos en los cuales habían aparecido estructuras del tipo domo o de alguna geometría equivalente, como casquetes esféricos o conos truncados, por ejemplo.

La sorpresa fue grande cuando, analizando el material recopilado, descubro que este tipo de geometría estuvo presente desde la prehistoria más lejana hasta nuestros tiempos actuales y en no pocas culturas distribuidas por los cinco continentes, incluyendo la zona interior del círculo polar ártico.

En la Prehistoria desde sus comienzos paleolíticos (≈5 millones de años atrás), pasando por el Neolítico (entre -8.000 y -5.000 años), la Edad de los Metales (Cobre, Bronce, Hierro), y las distintas edades de la Historia (Antigua, Media, Moderna y Contemporánea), incluyendo la actualidad, aparecen este tipo de estructuras.

Funciones
Sus funcionalidades parecían cubrir todo tipo de necesidades, desde un lugar temporal de refugio (como era el caso de las tribus de cazadores recolectores del paleolítico cuando en primavera salían a obtener recursos lo que demandaba contar con campamentos móviles), pasando por viviendas permanentes en los pueblos sedentarios, hasta cúpulas en las iglesias del Medioevo con sus finos materiales y exquisitos ornamentos o poblados enteros como el caso de Los Millares (Almería, España), en su apogeo prehistórico de la Edad de Cobre europea.

Etnias y pueblos como los Yanomamis, Chipayas, Yaguas, Baris, Wounnan, Aymaras, Inuits, Fulanis, Tedas, Masai, Nubios, Pigmeos, Zulúes, Uzbecos, Tayikos, Mongoles, Vogules, Torajas, Maoríes, Samoanos, Kiribatíes, por citar algunos, usaban o usan -de una manera u otra- el concepto de "domo" en sus viviendas, ya sean individuales o en construcciones colectivas.

Hoy, los domos aparecen nuevamente en nuestra sociedad postmoderna y otra vez más vuelven a "tentarnos" con sus múltiples funcionalidades, aunque obviamente, sus materiales constructivos ya no sean ramas, cueros, piedras y arcilla.

sábado, 4 de agosto de 2012

El Jenga y la política



¿Se acuerdan del Jenga? ¿Ese juego que se hizo famoso en la TV y que consistía en juntar a dos o más competidores frente a una torre esbelta de fichas de madera para que -por turno y de un jugador por vez- vayan extrayendo bloques de los pisos inferiores para colocarlos en el techo de la misma, sin que se derrumbe la estructura?

Esta pregunta nos introduce en un juego que puede considerarse un buen modelo para identificar y comparar atributos de dos mundos aparentemente distintos (aunque no tanto), por lo que empecemos advirtiendo algunos aspectos de interés del mismo.

Sinergia para el derrumbe
A lo largo del juego se producen dos hechos sinérgicos para el derrumbe: a) cada bloque que se va sacando de la torre, genera un aumento en la inestabilidad de la misma; b) como cada bloque que se va sacando, a su vez se va colocando en el piso superior, se aumenta la altura de la torre (que empieza con 18 pisos, 54 piezas a 3 bloques por piso) que va creciendo poco a poco, aumentando también su peso relativo e inestabilidad.

Obviamente, como se entenderá, llega finalmente un momento en el cual la torre está ya tan debilitada por la continua extracción de sus “apoyos” y tan inestable, que colapsa sin más remedio y aquí se acaba el juego. Empezar otro, presupone construir nuevamente la torre desde cero para iniciar otro ciclo de “extracción y sobrecarga”.

Preocupación de los jugadores
¿Cuál creemos que es la preocupación de cada jugador? Que no se le caiga la torre cuando le toca su turno. Por consiguiente, aparecen dos condiciones necesarias para aspirar a ganar el juego: a) mantener constante el pulso, la precisión y la frialdad en el momento de extraer el propio bloque y b) que alguno de los otros jugadores cometan una equivocación cuando saquen los suyos.

Lograr que otro jugador se equivoque y por lo tanto se convierta en el responsable total del colapso de la estructura, es el firme deseo de cada uno de los jugadores del Jenga. Al final, cuando el derrumbe ocurre, quien resulta ganador -a pesar de haber sido coparticipe de la extracción de “recursos” de la torre- queda limpio, triunfante y con el premio correspondiente. Los demás, “meros perdedores”, deberán sufrir las consecuencias del fracaso.

¿Coincidencias?
¿Cree Ud. que puedan existir coincidencias entre la mecánica y estrategia del Jenga con la práctica política? ¿No cree además que puede haber otras, por ejemplo entre torre y estado, bloques y recursos públicos, jugadores y dirigentes?

Me gusta pensar que quizá el creador del Jenga lo haya diseñado para mostrarnos –a través de un juego como debiera ser el proceso de aprendizaje- la forma de cómo no debe hacerse política y de cómo una torre inicialmente esbelta y estable puede, a través de la sustracción permanente y progresiva de sus recursos, llegar inexorablemente al colapso.

El Jenga podría ser enseñado en los colegios a la par del Ajedrez, para demostrar las notorias diferencias que existen entre un juego que solo requiere de pulso, precisión motriz y una pasiva expectativa, con otro que demanda de concentración, conocimientos y hábitos que orientan la conducta hacia un participación activa, a partir de la comprensión de un “tablero” que mucho tiene que ver con la realidad cotidiana.

¿Será lo mismo dar jaque mate que solo poder escuchar el ruido de un derrumbe provocado por el adversario?

jueves, 2 de agosto de 2012

Algo sobre el aprendizaje


Debido a que el concepto de aprendizaje va a resultar un "visitante común" en este espacio, y con la idea de establecer -para evitar confusiones- qué se entiende aquí por este término y cómo se visualiza este proceso, se me ocurrió subir algunas premisas que siempre tengo presente y que, en lo personal, me dan buen resultado. Para dar un marco de referencia a las mismas, incluyo una breve introducción al tema.

Saturación informativa
En esta etapa de nuestra cultura globalizada, es tanto lo que hay escrito sobre los diferentes aspectos del aprendizaje (como de tantos otros temas), que pareciera imposible poder agregar algo más.

Sin embargo, justamente, por la avalancha informativa y sobresaturación de datos existentes en la red, es que creo muy importante en esta etapa, elaborar síntesis que nos posibiliten, principalmente a aquellas personas no especialistas en la materia, una comprensión de las cosas, si bien no en profundidad, por lo menos en su esencia.

Esencia que entendemos como todo aquello que, si se “pierde o escapa” de nuestra comprensión, nos aleja del conocimiento. Por lo que una conceptualización de esencia sería de mucha utilidad; podríamos vincular la esencia con la función de una cosa o sistema (del ámbito natural por ejemplo) o con la finalidad creadora de la misma (en el ámbito cultural en este caso). Si función y finalidad creadora son equivalentes, es una interesante cuestión que podría ser un motivo para otra entrada.

Esta forma de visualizar la esencia permite entender que, si se conceptualizan erróneamente las cosas –naturales o culturales- su utilización posterior generará en el medio un impacto negativo, provocando perjuicios de distinta naturaleza y magnitud, los cuales deberán ser corregidos con la consiguiente inversión de recursos (de tiempo, esfuerzo, dinero, etc.).

Es por ello que determinadas premisas y valores podrían ayudarnos a evitar algunas “fantasías” que nos alejen de la esencia de las cosas, confundiéndonos respecto de los mecanismos, tiempos y medios necesarios para concretar un aprendizaje apropiado. 

Algunas Premisas
1. Nunca lo que diga un maestro debe ser considerado como cierto. Nunca!
2. Lo que afirme solo puede ser cierto para él, pues se supone que lo ha corroborado. Para mí (persona, alumno, estudiante) solo debe ser una hipótesis que tendré que corroborar o validar.
3. El aprendizaje es investigación, que se fundamenta en una actitud: no prejuzgar.
4. Todas las personas pueden convertirse en investigadoras; no hacen falta laboratorios, ni títulos, ni pertenencia alguna a instituciones académicas o científicas. Hace falta actitud, claridad de miras y atención.
5. Esta actitud se complementa con prontitud y disposición, es decir con sentido de la oportunidad y voluntad.
6. El prejuicio no es ni malo, ni bueno; es tan solo una percepción inmadura sobre algún aspecto de la realidad.
7 El prejuicio es un disparador de nuestro aprendizaje, nunca un resultado. Y si llegamos a confundir prejuicio con conocimiento, entonces estaremos alimentándonos con un alimento inadecuado que nos provocará, seguramente, una perturbadora "intoxicación".

El Saber se inicia con el conocimiento de para qué sirven las cosas, avanza con la aceptación íntima de tal conocimiento y se realiza en una práctica respetuosa de tales fines.
(Nota: estas premisas fueron incluidas en una entrada aparte "Premisas del aprendizaje", 31.Ago.12)

miércoles, 1 de agosto de 2012

Participación

Esta mañana me levanté y prendí la radio. Luego de escuchar atentamente un programa de noticias sobre economía y política, la apagué con la sensación que este concepto, el de participación, es una “palabra-comodín” que todos usamos insertándola en cualquier lado, emitiendo el mismo sonido pero interpretándolo de forma diferente. Conclusión: cada cual parece tener su propio diccionario. Consecuencia: incomunicación en alza. Antecedente: el mal ejemplo de muchos referentes que, no solamente no intentan despejar tal situación, sino que en realidad parecen querer alimentarla.

Y entonces ¿cómo podríamos entender la participación para despejar confusiones? Apelando a la lógica de un ciudadano, podríamos decir que, para que haya "algo" que pueda llamarse participación, debería existir un grupo humano con una necesidad manifiesta que es indispensable resolver de manera colectiva, es decir la necesidad de obtener determinados logros que solo resultarían posible si se trabaja de forma conjunta, pues individualmente, sería imposible (por aquello de la sinergia).

Ahora bien ¿de qué manera se puede trabajar de manera conjunta sino a través de la elaboración de un plan que considere e incluya a todos aquellos individuos pertenecientes a tal grupo humano y que, a su vez, les brinde oportunidades a cada uno  -asignándoles responsabilidades y recursos- para que cada cual pueda ejecutar eficazmente su función

Un Plan
Un plan de esta naturaleza requeriría de una base que de sustento al mismo, y esa base es lo que podríamos llamar un acuerdo colectivo de participación, acuerdo que debe ser aceptado y respetado por cada uno de los miembros, en la idea común de aportar conocimiento y capacidades individuales que previamente deben ser aprendidas, luego mejoradas y finalmente expresadas. Caso contrario, no existiría esa "tal cosa" llamada participación y todo aquello que en su nombre se manifieste, no sería más que una sencilla falacia, un temporario disfraz o una sutil forma de mantener a los "participes" en un estado de confusión y autoengaño.

En cambio, un plan acordado aporta beneficios tanto en lo individual como en lo colectivo. En lo individual, pues las personas participantes desarrollan progresivamente capacidades y  compromisos, por lo que se genera una positiva apropiación del proyecto. En lo colectivo, pues un crecimiento desde lo individual, aumenta las probabilidades de éxito del proyecto y su permanencia.

Entre los beneficios tenemos: cada cual tendría un qué-hacer y por lo tanto una responsabilidad frente a la “institución proyecto” (representado por el propio colectivo); cada uno lograría además obtener unos beneficios determinados que le permitiría responder a sus propias necesidades; cada uno se sentiría útil en lo colectivo con lo cual  se genera una inercia positiva; finalmente –en una lista no exhaustiva de beneficios- permitiría un progreso en lo individual que repercutiría beneficiosamente en lo colectivo, cerrando así este círculo virtuoso.

Los componentes
Cerrando la idea, enumeremos entonces los componentes de la participación: una necesidad colectiva manifiesta, un acuerdo para satisfacerla, un plan, unas funciones, unos recursos y mucho trabajo en equipo. Si estos pocos elementos se articulan apropiadamente, el logro del propósito está asegurado.

¿Por qué entonces tanta confusión? ¿Será que la claridad y la simplicidad reflejan la realidad de una manera inconveniente? ¿Será que el paradigma vigente vuelve ciegos e insensibles, justamente, a los responsables de simplificar? ¿Será que es conveniente confundir este concepto con otros menores como opinar, comprar, ir a actos, aparecer en TV, en radios, en diarios, etc.?

Participar es un verbo de categoría superior, relacionado íntimamente al concepto de utopía, el cual tenemos la obligación de aprender a conjugar en primera persona del plural, si aspiramos a construir una "realidad" que pueda crecer y sostenerse en el tiempo. 

Utopía y participación

Según su etimología, utopía es un no-lugar.

Traducido, según los marcos referenciales vigentes, es una especie de fantasía territorial, una fantasía de vida, un proyecto irrealizable. Pero ¿Cómo es que el término evolucionó de un lugar que no existe a una idea irrealizable?

¿Es irrealizable la utopía por definición o lo es por conveniencia?  ¿Una utopía es una fantasía? ¿Utopía es algo que, por enfrentar los paradigmas vigentes, se hace necesario descalificar y desnaturalizar de manera sistemática? ¿A quiénes favorece la utopía? ¿A quiénes perturba?

La utopía parece favorecer a los que viven en las periferias del sistema vigente. Perturba a los que viven en su centro y por lo tanto, disponen del control remoto de “la realidad”.

Fantasía
Quizás debamos hacer un esfuerzo en darnos cuenta de que la utopía no es una fantasía. La fantasía puede entenderse como un producto de la imaginación, sin escalas, sin tiempos, sin limitaciones. Generalmente la fantasía se la relaciona con el mundo de los sueños, con el inconsciente, con el mundo de la ilusión de los sentidos. Es algo propio de la intimidad de cada uno de nosotros. Todos tenemos fantasías. La fantasía puede ser motor de la utopía, puede ser fuente generadora de utopías, puede ser “el baúl” de las utopías; pero no deberíamos confundir lo que actúa como causa de lo que resultan ser sus efectos.

Por lo tanto, necesitamos intentar una redefinición de forma tal que podamos vincularla a un marco referencial distinto al actual, que podamos acercarnos a sus planteamientos y posteriores realizaciones, que podamos comprender cuáles son los criterios para identificarlas, que podamos darnos cuenta de las diferencia con las fantasías, que podamos entender cómo se puede transformar una idea “difícil” en una realidad viva.

Utopía
Redefinamos entonces el concepto: lo utópico es un calificativo ofensivo que usan los ciegos, insensibles o incapaces para nombrar todo propósito que para ser realizado solo requiere una visión compartida, un acuerdo, un plan y trabajo. ¡Mucho trabajo!

Aclaremos además, como referencia de esta definición, que estamos refiriéndonos a ideas colectivas, pues creemos que uno de los atributos de la utopía, es su carácter plural, comunitario, ciudadano.

A la luz de esto sería necesario realizar una transformación gramatical que nos permita convertirnos en exploradores y aventureros de esta factible realidad. Debemos, por lo tanto, modificar el “insultante adjetivo” (proyectos utópicos, ideas utópicas, formas de vida utópicas) y convertirlo en un “expectante sustantivo”. Pues, si decimos que utopía representa un no-lugar, deberemos hacer un esfuerzo para entender que ese no-lugar, definitivamente tiene el significado de "lugar no imaginado aún, no descubierto aún, no construido aún”, pero jamás un lugar que no existe de manera absoluta. ¿Quién puede afirmar semejante cosa?

Quizás pueda existir en semejante afirmación una cierta intencionalidad, fundada en la astucia y la ambición, que al estilo del mejor mago de nuestra infancia -con un simple toque de su varita- convierte algo concreto (como es un sustantivo) en algo totalmente abstracto (como es un adjetivo), de forma manera que en nuestra realidad cotidiana “desaparece” de nuestro radio de acción y es “nada” lo que podemos hacer para realizarlo.

A su vez, para completar este concepto (ya que “mesa y sillas” suelen formar parte de una misma idea) necesitamos preguntarnos ¿cuáles acciones son necesarias para construir este no-lugar? Tenemos pues que incorporar los verbos, ya que un sustantivo sin verbos no merece la pena vivir.

Participación
Y el verbo central de la utopía es participar, ya que, si decimos que se requiere una visión compartida, un acuerdo, un plan y mucho trabajo, es necesario comprender que necesitamos incluir personas que realicen dicho plan. Y estas personas son quienes aceptan libremente participar de las distintas etapas de la elaboración del plan (desde su diagnóstico, análisis, diseño, implementación, auditoria, hasta su cotidiana retroalimentación) según sus propias voluntades.

Sería necesario además, analizar cuáles son los verbos que dependen de este gigantesco verbo y cuáles son los verdaderos atributos que dan vida a esta responsabilidad civil denominada participación, para evitar caer en los mentados lugares comunes que confunden el concepto, favoreciendo decididamente la ignorancia, la especulación y el oportunismo. 

Para ir terminando, un comentario que leí como respuesta a la pregunta que alguien le lanzó a un grupo de “utópicos” que acababan de concretar su sueño. Ellos, con total inocencia, simplemente dijeron: “¡Como no sabíamos que era imposible, lo hicimos!”.

Por lo que la pregunta final es ¿a qué distancia de este presente, se encuentran nuestros sueños, nuestra utopía? Una respuesta podría ser: se encuentra a la misma distancia que existe entre nuestra capacidad para asumir riesgos que nos puedan llevar a un cálido "no-lugar" y unos cuantos centímetros más allá de nuestras frías narices.

Decálogo del respeto

Respeto en su sentido etimológico (del latín “respectus”) "atención, consideración"
Basado en el Principio de Equidistancia Participativa
Respeto a la vida y a la naturaleza, en sus múltiples y variadas manifestaciones, pues somos vida.
Respeto a la sociedad, pues en ella aprendemos a relacionarnos, comunicarnos y conocernos.
Respeto a la persona, a sus creencias y aspiraciones, pues también creemos y  aspiramos.
Respeto a la intimidad, pues es nuestra puerta de acceso a la unidad.
Respeto a los sentimientos, pues nos permiten descubrir quiénes somos.
Respeto a los pensamientos, pues nos permiten explorar y conocer el universo.
Respeto a la religiosidad, pues ella pertenece al mundo de lo atávico y lo prospectivo.
Respeto al trabajo, pues nos permite ser útiles, darnos a conocer  y proyectarnos.
Respeto al espacio-tiempo propio, pues en él nos manifestamos tal cual somos.
Respeto al sentido del humor, pues él nos permite recrearnos.
En síntesis, respeto a nosotros mismos, al prójimo y al medio en el cual nos desarrollamos, pues las múltiples combinaciones de éstos son la génesis verdadera y cierta de nuestra diversidad.

A manera de prólogo


La primera cosa que me vino a la mente a la hora de iniciar este blog, fue una secuencia de tres preguntas que, según mi percepción, debían tener respuestas apropiadas que justificaran el tiempo que demandaría mantener este espacio “con vida”.

La pregunta inicial fue ¿qué siento necesidad de transmitir?
Pregunta que, a poco de andar, descubrí como de difícil respuesta por lo menos en sus aspectos comunicacionales, ya que generalmente, nuestros profesores y maestros, no nos enseñaban a “ponerle nombre” a nuestros sentimientos y emociones; más bien, todo lo contrario.

Ese mecanismo -que invisibilizaba nuestro sentir- estaba habilitado con la práctica cotidiana y parecía expresar una idea que consideraba “más prudente” esconder, disimular y reprimir tales aspectos, con lo cual se fortalecía la idea que lo “correcto” era mostrar solo “lo que pensábamos” (aunque en el fondo de nuestra conciencia, esto estuviera lejos de lo que sentíamos).

Así que, volviendo al tema, debo reconocer que aquello que deseo transmitir fue un pequeño trabajo de investigación en lo personal para no errar el enfoque, su contenido y su forma.

Surgió así una simple respuesta: siento la necesidad de poner a disposición en este blog, información -surgida de experiencias personales y grupales- vinculada con una búsqueda constante y progresiva de respuestas a determinadas preguntas sobre temas: nunca claramente expuestos, nunca sinceramente admitidos y nunca valientemente aceptados por nuestra sociedad. Al hablar de “nuestra sociedad” me estoy refiriendo específicamente, a la sociedad cordobesa, dentro de la sociedad argentina y en un marco temporal que va desde década del ‘60 (donde me empecé a dar cuenta de algunas cosas) hasta nuestros días (en donde, por momentos, no sé si es saludable darse cuenta de tantas otras).

Estos temas, múltiples y variados, estarán todos orientados a aumentar los recursos a nuestro alcance para obtener, como personas, una ubicación más precisa que nos permita ser partícipes responsables de un proyecto común en donde, el camino que vayamos recorriendo, lo podamos vivir como más constructivo, más sostenible y más cierto.

La segunda es ¿a quiénes?
Esta respuesta es más corta y concreta: este blog está dirigido a todas aquellas personas que se saben inquietas y poseen ese “fueguito interior” que –a manera de molesto moscardón- los aguijonea cotidianamente en la búsqueda de respuestas a tantas preguntas que solo parecen importarnos a cada uno, pero que -en realidad- nos importa a muchos (¡menos mal!). 

La última de la serie ¿para qué?
Finalizando, diré que el propósito de este espacio es intentar poner en contacto a “los afines” –en actitudes, valores, propósito, intencionalidad- para permitirnos intercambiar “experiencias de vida” que nos faciliten la tarea de ampliar nuestra mirada sobre los distintos aspectos de esta compleja realidad global en la que hoy estamos insertos.