sábado, 4 de agosto de 2012

El Jenga y la política



¿Se acuerdan del Jenga? ¿Ese juego que se hizo famoso en la TV y que consistía en juntar a dos o más competidores frente a una torre esbelta de fichas de madera para que -por turno y de un jugador por vez- vayan extrayendo bloques de los pisos inferiores para colocarlos en el techo de la misma, sin que se derrumbe la estructura?

Esta pregunta nos introduce en un juego que puede considerarse un buen modelo para identificar y comparar atributos de dos mundos aparentemente distintos (aunque no tanto), por lo que empecemos advirtiendo algunos aspectos de interés del mismo.

Sinergia para el derrumbe
A lo largo del juego se producen dos hechos sinérgicos para el derrumbe: a) cada bloque que se va sacando de la torre, genera un aumento en la inestabilidad de la misma; b) como cada bloque que se va sacando, a su vez se va colocando en el piso superior, se aumenta la altura de la torre (que empieza con 18 pisos, 54 piezas a 3 bloques por piso) que va creciendo poco a poco, aumentando también su peso relativo e inestabilidad.

Obviamente, como se entenderá, llega finalmente un momento en el cual la torre está ya tan debilitada por la continua extracción de sus “apoyos” y tan inestable, que colapsa sin más remedio y aquí se acaba el juego. Empezar otro, presupone construir nuevamente la torre desde cero para iniciar otro ciclo de “extracción y sobrecarga”.

Preocupación de los jugadores
¿Cuál creemos que es la preocupación de cada jugador? Que no se le caiga la torre cuando le toca su turno. Por consiguiente, aparecen dos condiciones necesarias para aspirar a ganar el juego: a) mantener constante el pulso, la precisión y la frialdad en el momento de extraer el propio bloque y b) que alguno de los otros jugadores cometan una equivocación cuando saquen los suyos.

Lograr que otro jugador se equivoque y por lo tanto se convierta en el responsable total del colapso de la estructura, es el firme deseo de cada uno de los jugadores del Jenga. Al final, cuando el derrumbe ocurre, quien resulta ganador -a pesar de haber sido coparticipe de la extracción de “recursos” de la torre- queda limpio, triunfante y con el premio correspondiente. Los demás, “meros perdedores”, deberán sufrir las consecuencias del fracaso.

¿Coincidencias?
¿Cree Ud. que puedan existir coincidencias entre la mecánica y estrategia del Jenga con la práctica política? ¿No cree además que puede haber otras, por ejemplo entre torre y estado, bloques y recursos públicos, jugadores y dirigentes?

Me gusta pensar que quizá el creador del Jenga lo haya diseñado para mostrarnos –a través de un juego como debiera ser el proceso de aprendizaje- la forma de cómo no debe hacerse política y de cómo una torre inicialmente esbelta y estable puede, a través de la sustracción permanente y progresiva de sus recursos, llegar inexorablemente al colapso.

El Jenga podría ser enseñado en los colegios a la par del Ajedrez, para demostrar las notorias diferencias que existen entre un juego que solo requiere de pulso, precisión motriz y una pasiva expectativa, con otro que demanda de concentración, conocimientos y hábitos que orientan la conducta hacia un participación activa, a partir de la comprensión de un “tablero” que mucho tiene que ver con la realidad cotidiana.

¿Será lo mismo dar jaque mate que solo poder escuchar el ruido de un derrumbe provocado por el adversario?

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