Ir por el mundo intentando comprender es la base de un aprendizaje efectivo. Si los resultados de éste dan a luz y sostienen un compromiso, dispondremos entonces de lo indispensable para alcanzar una participación inteligente.
lunes, 22 de diciembre de 2014
Cuaderno de Caminatas
He finalizado hace unos días (18.12.2014) la recopilación de algunos temas del blog, que fueron ordenados, revisados y compilados en formato libro (pdf), para enviarle a mis amigos como "tarjeta" de fin de año. Lo he subido para todos aquellos lectores o seguidores del blog que deseen bajarlo. Su título "obvio" es Cuaderno de Caminatas.
Su Prólogo dice algo así....
"Solamente un breve comentario sobre este cuaderno de notas inspiradas a lo largo de tranquilas "caminatas al aire libre".
Desde hace un tiempo dedico regularmente algunas horas a escribir, intentando lograr ritmos que mejoren la actividad. Lo estoy haciendo sobre dos ejes. Por un lado le estoy “dando vueltas” a un ensayo cuyo ritmo va lento y acompasado ya que el tema no resultó ser de tan fácil abordaje como suponía; por otro lado, un blog al que cada tanto le agrego contenidos sobre aquellos aspectos que desde mi óptica, tienen algún significado constructivo o catártico.
Así que, para ir calmando un poco la ansiedad hasta tanto el "texto tortuga" pueda llegar a destino, he decidido componer para mis amigos este cuaderno de notas, cuya naturaleza, en contraposición al primero, es del tipo "texto liebre", y que resultan de mis rápidas incursiones por el blog.
Es esta característica, la que le imprime un cierto desorden temático, pues estos textos no fueron diseñados como partes de un todo (este es el caso tortuga en camino), sino que más bien describen aspectos puntuales, circunstanciales, personales, que lo que sí intentan resguardar es cierta coherencia conceptual entre ellos. Por lo que, cada escrito está tal cual fue subido al blog en su momento. A su vez, debo decir que –en este momento en que estoy escribiendo- “Democracia, poder y control”, de fecha 30/11/14, es el último texto que subí al blog. El primero, del 01/08/12, fue “A manera de prologo”, con el cual inicio estas notas.
Espero que estas notas permitan distracción, reflexión o ambas cosas."
Fernando
Sierras de Córdoba, Diciembre de 2014.
viernes, 28 de noviembre de 2014
Nota sobre el blog
He inaugurado una pestaña nueva denominada BAJAR, dentro de la cual he colocado diversos links. La idea es que puedas bajar y conservar textos que puedan ser de tu interés.
Por ahora, he organizado los links en tres grupos, los que direccionan a documentos convertidos a formato PDF y que pueden leerse con Adobe Reader (instalar) o algún otro visor para este tipo de formato. Las categorías son:
- Entradas del blog.
- Documentos que tratan sobre sistemas, principalmente sistemas TIC orientados, a la gestión de gobierno (TIC: Tecnologías de la Información y Comunicaciones)
- Poesía
En la medida que vayan surgiendo nuevas ideas, los iremos informando.
Todos los textos son de libre distribución, aunque se solicita citar la fuente: Blog: www.caminatasalairelibre.blogspot.com.ar.
Seguimos en contacto!
martes, 25 de noviembre de 2014
Democracia, Poder y Control
Navegando esta mañana, descubrí esta foto de Karl Popper (1902-1994, filósofo y teórico de la ciencia) en la cual aparece una expresión que se le atribuye y que, en solo diez palabras, nos muestra una potente síntesis que a manera de clave maestra nos permite abordar un aspecto importante de nuestra actual realidad.
Anoche, justamente, hablábamos entre amigos sobre algunas tendencias que vemos surgir a partir de manifestaciones públicas de diversos grupos sociales en diferentes países (profundas ansias de justicia, sentirse respetados como personas y ciudadanos, deseos crecientes de participación, disponer de información veraz sobre los actos de gobierno, vivir en un ambiente sano, etc.). Y decíamos que dentro de estas tendencias, la que parece llevarse el primer premio es la indignación -emergente como consecuencia de un estado social marcado por la impotencia ciudadana, la frustración y la violencia social- y cuyo atributo principal pareciera ser la injusticia. La gente lo percibe y ya no se calla, lo expresa. Y está muy bien. ¿Qué hacer sino?
Y tiene que quedar claro que no estamos hablando de países con regímenes totalitarios, dictatoriales o sanguinarios, sino de países con sistemas democráticos consolidados; naciones cercanas en costumbres e historia a nuestra propia idiosincrasia.
La injusticia siempre afecta los sentimientos de la gente simple (el sentido de justicia, pareciera ser el más afinado y sensible de todos los sentidos humanos, aunque la ciencia no lo haya entendido así). El vecino, aunque parezca estar concentrado en sus cosas diarias (familia, trabajo amigos, ocio, etc.) y deje en manos de “el poder” las cosas del estado, no deja de estar atento, bien atento, a todo aquello que le quita o le agrega valor y calidad a su vida. Y tiene muy claro quién o quiénes son los responsables.
En esto, los políticos parecen vivir auto-engañados (o decididamente se sienten bien en sus "trajes" de cínicos simuladores) pues la ciudadanía, por más simple que sea en sus manifestaciones sociales, tiene una inteligencia y una capacidad de diagnóstico que más de un funcionario quisiera tener.
Cuando las injusticias dejan de ser casos aislados (los cuales se suelen tolerar como “excepciones que justifican las reglas”), para convertirse en pilar central de un sistema, que para colmo se nos dice que es democrático, entonces algo anda mal. Muy mal.
Y acá es donde retomamos el impacto que genera la frase de Popper, pues sentimos que la injusticia es el resultado de un desenfreno creciente y sistemático (no casual, de naturaleza impune y fuera del marco de la Ley) de aquellos estados cuyas instituciones funcionan decididamente mal, aunque en sus formas, disfrazadas mediante un marketing costosamente confeccionado, pretendan engañarnos, distraernos y adormecernos.
Cuando, por ejemplo, observamos los cruces verbales cotidianos -disparando “municiones de todo calibre”- entre funcionarios de distintos poderes, entre políticos en campaña de distintos partidos, entre militantes de diferentes orientaciones (y no hablemos de aquellos “cruces” que llegan a la violencia física), entonces tenemos evidencia concreta sobre la realidad del poder político. Después, claro está, los políticos suelen empezar con sus discursos distractivos, abren sus bocazas en los medios y pretenden explicar lo inexplicable. Lo obvio no puede explicarse, se ve. Cuando lo obvio se refiere a desastres provocados o a factores generadores de injusticias, solo puede ser voluntariamente deformado para confundir o justificado para “zafar”.
"La democracia consiste en poner bajo control el poder político", aparece entonces como una idea-fuerza que debería orientar nuestros pensamientos. Solamente un poder político controlado debidamente, por instituciones realmente democráticas, ciudadanas, puede poner un límite al desenfreno, a la corrupción y a la impunidad. Y ésta debe ser una tarea institucional. Nunca personal o grupal.
La participación aparece entonces como la herramienta constitucional apropiada para ser ejercida en su máxima expresión por la ciudadanía, es decir con firme voluntad y con inteligencia, con la finalidad de fiscalizar atentamente a quienes deben controlar, a quienes deben legislar y a quienes tienen el poder de gestión ejecutiva. Y debemos tener en claro que la participación no termina en el simple acto de votar, es preciso profundizar la misma a través de una acción más comprometida, aunque la misma nos quite algo de nuestro tiempo.
Si finalmente vemos que no hay coincidencia entre la voluntad ciudadana y los resultados de las decisiones del poder, entonces no hay democracia, no hay república, no hay justicia. Hay solamente especulación y corrupción, fuera de todo control, fuera de toda moral, ajeno a toda ética ciudadana.
¿Será ésta la causa de tanta injusticia, de tanta violencia, de tanta indiferencia? José Ortega y Gasset (1883-1955, filósofo y ensayista español) supo decirnos “¡Argentinos, a las cosas!”. Hoy deberíamos actualizar sus dichos y decir “¡Ciudadanos, a la participación!”.
Anoche, justamente, hablábamos entre amigos sobre algunas tendencias que vemos surgir a partir de manifestaciones públicas de diversos grupos sociales en diferentes países (profundas ansias de justicia, sentirse respetados como personas y ciudadanos, deseos crecientes de participación, disponer de información veraz sobre los actos de gobierno, vivir en un ambiente sano, etc.). Y decíamos que dentro de estas tendencias, la que parece llevarse el primer premio es la indignación -emergente como consecuencia de un estado social marcado por la impotencia ciudadana, la frustración y la violencia social- y cuyo atributo principal pareciera ser la injusticia. La gente lo percibe y ya no se calla, lo expresa. Y está muy bien. ¿Qué hacer sino?
Y tiene que quedar claro que no estamos hablando de países con regímenes totalitarios, dictatoriales o sanguinarios, sino de países con sistemas democráticos consolidados; naciones cercanas en costumbres e historia a nuestra propia idiosincrasia.
La injusticia siempre afecta los sentimientos de la gente simple (el sentido de justicia, pareciera ser el más afinado y sensible de todos los sentidos humanos, aunque la ciencia no lo haya entendido así). El vecino, aunque parezca estar concentrado en sus cosas diarias (familia, trabajo amigos, ocio, etc.) y deje en manos de “el poder” las cosas del estado, no deja de estar atento, bien atento, a todo aquello que le quita o le agrega valor y calidad a su vida. Y tiene muy claro quién o quiénes son los responsables.
En esto, los políticos parecen vivir auto-engañados (o decididamente se sienten bien en sus "trajes" de cínicos simuladores) pues la ciudadanía, por más simple que sea en sus manifestaciones sociales, tiene una inteligencia y una capacidad de diagnóstico que más de un funcionario quisiera tener.
Cuando las injusticias dejan de ser casos aislados (los cuales se suelen tolerar como “excepciones que justifican las reglas”), para convertirse en pilar central de un sistema, que para colmo se nos dice que es democrático, entonces algo anda mal. Muy mal.
Y acá es donde retomamos el impacto que genera la frase de Popper, pues sentimos que la injusticia es el resultado de un desenfreno creciente y sistemático (no casual, de naturaleza impune y fuera del marco de la Ley) de aquellos estados cuyas instituciones funcionan decididamente mal, aunque en sus formas, disfrazadas mediante un marketing costosamente confeccionado, pretendan engañarnos, distraernos y adormecernos.
Cuando, por ejemplo, observamos los cruces verbales cotidianos -disparando “municiones de todo calibre”- entre funcionarios de distintos poderes, entre políticos en campaña de distintos partidos, entre militantes de diferentes orientaciones (y no hablemos de aquellos “cruces” que llegan a la violencia física), entonces tenemos evidencia concreta sobre la realidad del poder político. Después, claro está, los políticos suelen empezar con sus discursos distractivos, abren sus bocazas en los medios y pretenden explicar lo inexplicable. Lo obvio no puede explicarse, se ve. Cuando lo obvio se refiere a desastres provocados o a factores generadores de injusticias, solo puede ser voluntariamente deformado para confundir o justificado para “zafar”.
"La democracia consiste en poner bajo control el poder político", aparece entonces como una idea-fuerza que debería orientar nuestros pensamientos. Solamente un poder político controlado debidamente, por instituciones realmente democráticas, ciudadanas, puede poner un límite al desenfreno, a la corrupción y a la impunidad. Y ésta debe ser una tarea institucional. Nunca personal o grupal.
La participación aparece entonces como la herramienta constitucional apropiada para ser ejercida en su máxima expresión por la ciudadanía, es decir con firme voluntad y con inteligencia, con la finalidad de fiscalizar atentamente a quienes deben controlar, a quienes deben legislar y a quienes tienen el poder de gestión ejecutiva. Y debemos tener en claro que la participación no termina en el simple acto de votar, es preciso profundizar la misma a través de una acción más comprometida, aunque la misma nos quite algo de nuestro tiempo.
Si finalmente vemos que no hay coincidencia entre la voluntad ciudadana y los resultados de las decisiones del poder, entonces no hay democracia, no hay república, no hay justicia. Hay solamente especulación y corrupción, fuera de todo control, fuera de toda moral, ajeno a toda ética ciudadana.
¿Será ésta la causa de tanta injusticia, de tanta violencia, de tanta indiferencia? José Ortega y Gasset (1883-1955, filósofo y ensayista español) supo decirnos “¡Argentinos, a las cosas!”. Hoy deberíamos actualizar sus dichos y decir “¡Ciudadanos, a la participación!”.
jueves, 18 de septiembre de 2014
Mark Twain y el "Forastero Misterioso"
Mark Twain, seudónimo de Samuel Langhorne Clemens
(30.Nov.1835 / 21.Abr.1910), escritor estadounidense.
lunes, 15 de septiembre de 2014
¿Sociedades condenadas?
Refexión en 1950 de Ayn Rand
El 2 de febrero de 1905 nació en San Petersburgo la filósofa y escritora estadounidense (nacida rusa) Alissa Zinovievna Rosenbaum, más conocida en el mundo de las letras bajo el seudónimo de Ayn Rand, y fallecida en marzo de 1982 en New York.
Sus palabras, pronunciadas en 1950, adquieren -en el marco de este mundo globalizado, acelerado y confuso- la condición de oportunidad y precisión.
"Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti, cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada."
La civilización, los estados, las naciones, las instituciones, infiltrados profundamente por la corrupción ¿Estarán realmente condenados? ¿Será cierto que existe un método para eliminar, sin más dolor social que el soportado, la corrupción que nos asola?
sábado, 23 de agosto de 2014
Conducta, huevos y justicia
Cuando es necesario realizar determinados trabajos o acciones,
suelen aparecer alguna de estos tres tipos de conductas: las proactivas, las pasivas y las indiferentes.
Nadie, sin tener un cierto conocimiento del alma humana, está en condiciones de "juzgar", para cada situación en particular, la conducta que una persona asume, sin haber intentado transitar -a lo largo de un
tiempo prudencial- algunos caminos que cada cual tiende dentro
de sí, como única manera de conocerse un poco e ir descubriendo así a los demás. Manera eficaz para comprender las motivaciones que suelen avalar nuestras decisiones cotidianas.
Seguramente a muchos de nosotros nos ha tocado vivir, en circunstancias y etapas diversas, cada una de estas posibilidades. Seguramente hemos sido
proactivos algunas veces, por momentos hemos actuado con pasividad y en otras
situaciones nos ganó la indiferencia. Hagamos un poco de memoria y nos daremos
cuenta de ello. Somos parte del cambio. Somos cambio. Lo importante es
recordarlo y mantenerlo como memoria activa para evitar posiciones absolutistas que poco valor agregan al clima
social.
Esto viene a cuento de lo sucedido hace unos días con un ex-ministro (no hace falta gastar energías en nombrarlo) al intentar dar una
charla en una institución académica católica y que fuera
agredido por un grupo de jóvenes muy nerviosos, ofuscados y molestos.
A raíz de ello hemos escuchado de todo. Desde un "cada uno tiene
derecho a decir lo que se le antoje" (estamos en democracia),
pasando por un "no le den bola y aguanten que ya se va a morir", hasta un "hay que fusilar a ese HdP traidor a la patria". Como vemos... muchas miradas
frente a lo mismo, muchas reacciones frente a lo mismo.
Ante tanta diversidad creo importante destacar, a la luz de tanta verborragia mediática y emociones desenfrenadas y encontradas, que no todos somos iguales, por lo cual:
-No todos tenemos las mismas responsabilidades, ni las mismas capacidades.
-No todos tenemos el mismo nivel de “salud mental” (el “zoológico” es variado
en este sentido).
-Deberían existir premios y castigos (¡para todos!) cuyas magnitudes e
intensidades deberían ser directamente proporcionales al impacto que los
resultados de nuestras conductas tienen en la sociedad.
Así que, para ir avanzando digamos que, si a los jóvenes
ofuscados que tiraron unos huevos (con bastante poca puntería) les corresponde
una "reprimenda" por lo hecho (y estoy de acuerdo en ello) ¿Qué castigo le
corresponde al frustrado disertante por el perverso resultado de sus pasadas gestiones
públicas? ¿Pena de muerte? (no existe en Argentina y no todos podríamos estar de acuerdo) ¿Un latigazo en la espalda
por cada habitante perjudicado? (tampoco está permitido, es una práctica en desuso) ¿Un juicio público por
la planificada violación de los derechos humanos en la que participó, fue
protagonista y cuyas profundas consecuencias todavía estamos soportado? (no estaría mal; pregunto ¿la actual legislación lo permite? y si no, ¿hay legisladores con huevos (de los otros digo) para elaborar un proyecto de ley en ese sentido y defenderlo a muerte?).
¡Y
todavía se les regala tiempo de aire a estos personajes para que repitan como Chirolita (1), que la solución de todos los males de hoy es “volver a la década del ‘90”?
La solución a todo esto sería sencilla si la Argentina dispusiera de un Sistema de Justicia proactivo, independiente, serio, eficiente, oportuno y sobre todo, respetuoso de la finalidad con la cual se lo concibió, que en términos más académicos suele decirse respetuoso del espíritu de la ley. Es decir, de un sistema que -además de ser percibido como justo y ocupado en sus legitimas funciones, cual es la de administrar justicia- actúe de oficio ante tanta ostentación psicopática e intente frenar tanta impunidad en el uso malversado de la palabra.
La ausencia de justicia suele ser el "justificativo social preciso"
que la mayoría de la ciudadanía -que no es necesariamente experta en derecho (y
que no tiene por qué serlo)- suele utilizar para premiar y castigar según su "humor
y antojo" circunstancial (lo cual es muy peligroso) a quienes consideran
culpables de los males que le aquejan, cuando a aquellos que les corresponde
hacerlo están más preocupados en hurgarse el pupo que en satisfacer cabalmente sus funciones.
Entonces, señoras, señores, ciudadanos, sigamos castigando públicamente al "ladrón
de gallinas" (primo hermano del "tirador de huevos") y aceptando como "a pares" a los que son causa,
motor y figura de tanta violencia, de tanto sufrimiento, de tanta indignidad. No amigos, no somos pares, somos "impares", diferentes. Nada tienen que ver estos "caballeros" con los valores que una buena parte de la sociedad practicamos, defendemos y transmitimos a nuestros hijos.
¿Deberemos seguir controlando nuestras emociones?
¿Deberemos tener esperanza y practicar la paz?
Alguna vez ¿será justicia?
(1) Nombre del muñeco que utilizaba el ventrílocuo Mister Chasman (Argentina)
sábado, 10 de mayo de 2014
Sobre Ghandi, "El Capital en el siglo XXI" y la riqueza
Thomas PIKETTY es un economista francés que publicó "El Capital en el siglo XXI"
en marzo de este año. Paradójicamente se ha convertido en uno de los
libros más vendidos en EEUU.
Para no entrar en detalles sobre el mismo (el cual no he leído) copio
los principales aspectos de su tesis, que aparecen en
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-245941-2014-05-10.html (se está hablando mucho en diversos diarios y portales en Internet) que me
resultaron interesantes para reflexionar sobre algunos aspectos de nuestra
realidad vinculados a los conceptos de “esfuerzo, recompensa y oportunidades”.
Surge como necesaria la aparición de un "genio” ilustrado (lo cual no está mal,
por supuesto) para explicarles a la dirigencia, políticos y corporaciones lo que
una gran cantidad de gente "normal" sabe intuitivamente. En este mundo actual
-vaciado de intenciones constructivas y viciado de especulación y corrupción -
pareciera ser que la "razón" tiene que perder su tiempo en explicarle
al "sentir" todas aquellas cosas que el "sentir" conoce muy
bien de antemano aunque no pueda explicarlo "razonablemente".
Las principales ideas de esta postura son:
1. La concentración de la riqueza aumentó en todos los países
desarrollados.
2. Se mantiene la tendencia a la no intervención impositiva sobre esas
fortunas (una muestra es la resistencia a la Tasa Tobin o impuesto a las transacciones financieras en Europa).
3. Si no hay cambios en esa situación, la economía del siglo XXI se
parecerá a las del siglo XIX, cuando las élites económicas heredaban la riqueza
en lugar de obtenerla del trabajo. Será una sociedad neovictoriana clasista,
dominada por la riqueza no ganada de una élite hereditaria.
4. La propuesta de Piketty, que admite “utópica”, para evitar ese
retorno a un mundo oligárquico es un esfuerzo coordinado a nivel mundial para aplicar
impuestos a esa inmensa masa de riqueza concentrada en pocos. Concluye que si
no se toman medidas drásticas, el funcionamiento de la economía estará
condicionada por las personas que simplemente posean la riqueza heredada de sus
padres.
Esta "utópica propuesta" ¿será posible de concretar o
consideraremos el actual sistema como algo inevitable? ¿seguiremos creyendo en un "desarrollo sostenible" de la mano de los multimillonarios globales o los políticos corruptos? ¿en qué habrá quedado aquellas ideas tan cacareadas sobre RSE (responsabilidad social empresaria)? ¿será viable encarar una salida efectiva y concreta desde la misma ciudadanía?
Mahatma Ghandi (1869-1948, Abogado, político y activista) supo decir “Tenemos suficiente para las necesidades de
todos, pero no para la codicia de unos pocos”.
lunes, 14 de abril de 2014
El triple filtro de Sócrates y la información
Hace un par de días redescubrí un corto documento que refiere a un breve
diálogo entre Sócrates y uno de sus pupilos. Me pareció importante subirlo al
blog pues el mismo nos muestra, con gran simpleza, la necesidad de no “comernos”
cuanto dato o información anda suelto por el mundo sin previo “filtrado” pues,
en vez de alimentarnos y fortalecernos, termina provocando “indigestión” y
confusión.
…….
Sócrates fue
famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos en la
antigua Grecia.
Un día un pupilo se encontró con el gran filósofo y le dijo:
- Maestro ¿Sabe lo que escuché acerca de un amigo suyo?
- Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que
pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.
- ¿Triple filtro? - Contestó el pupilo
- Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo,
puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir, es por eso que
lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad. ¿Estás
absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
- No -dijo el alumno-, realmente solo escuché sobre eso y...
- Está bien -dijo Sócrates-. Entonces realmente no sabes si es cierto o no.
Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo
bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
- No, por el contrario...
- Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que
sea cierto.
Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la
utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?
- No, la verdad es que no. - contesto el otro.
- Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni
bueno, e incluso no es útil ¿para qué querría saberlo?”
…….
Si pudiéramos aplicar este sencillo “triple filtro” a cuanto “dardo
informativo” sale disparado instante a instante de las múltiples y variadas “fuentes
de confusión” actuales ¿no mejoraría sustancialmente nuestras relaciones
interpersonales y por lo tanto nuestra propia vida, individual y colectiva?
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