Mientras trabajo, suelo escuchar
radio. Casi siempre AM, a veces música en FM. En algunos de estos programas, se
oyen cosas que disparan ideas. Y esto es lo que pasó hace un rato mientras
escuchaba a un periodista entrevistar a un político.
El tema del que hablaban tenía que ver con
las siguientes palabras claves: ambiente,
sustentabilidad-sostenibilidad, Estado, partidos políticos, sociedad
organizada, estrategias de defensa social, elecciones, voto.
La conversación fue llevada por el
periodista, esencialmente, hacia las promesas no cumplidas por
políticos, respecto de aquello qué iban a hacer (antes del voto)
y de lo que realmente hicieron (después de haber sido votados).
Por supuesto que de lo que se trataba era
del irracional, nefasto y desmoralizador “truco político preelectoral”, viejo
conocido de aquellos que llevamos algunos años en el alma.
Sustentabilidad y Sostenibilidad
Estas dos palabras –que suelen ser
utilizadas sin mayores precisiones, como pasó en la audición de radio de
referencia- nos dirigen al concepto de ambiente.
Éste concepto -el de ambiente, ya
analizado en un texto anterior de este blog- pareciera que no termina de quedar
claro (hay tantos intereses de por medio!); y sin lo cual sería dificultoso
avanzar hacia la diferenciación de lo que entendemos por sostenibilidad y sustentabilidad,
ya que -desde nuestra óptica- son dos términos esencialmente distintos que
hacen referencia a dominios absolutamente distintos de la realidad.
Reiteramos como base para el análisis, lo
ya dicho en Naturaleza,
Ambiente y Sociedad (Ago.2012): “el ambiente es el dominio
universal en el cual se desarrolla la vida, por lo que o
colaboramos o interferimos. Si decidimos colaborar
deberemos aprender a participar desarrollando capacidades que nos
permitan ser útiles; si decidimos interferir solo necesitaremos reafirmar
nuestro actual esquema especulativo”.
En el mismo texto expresábamos una
diferencia profunda, tajante, abismal, entre dos conceptos opuestos: especulación y participación.
A su vez, relacionábamos el primero con la interferencia al desarrollo de la
propia vida y al segundo con la colaboración con ésta.
En este punto es oportuno expresar, a
nuestro entender, la diferencia central entre lo sostenible y lo sustentable.
Para ello es útil preguntarnos ¿utilizando cuál sistema referencial
podríamos establecer esta diferencia? Nos respondemos: con la propia
naturaleza, cuyas leyes regulan el conjunto de la vida toda.
Entonces ¿cuál es la diferencia?
Decimos que lo sustentable, lo
único que podría considerarse dotado de este atributo, es la
propia Naturaleza, cuyos miles de millones de años de historia atestiguan la
particularidad de haber generado las condiciones necesarias para el desarrollo
y sostén de la vida, en sus diversas manifestaciones. Y -si nadie se opone-
todo parece indicar que continuará su camino con esta “raza humana dentro del
planeta” o sin ella. Dice un
antiguo poema “… y sea que te resulte claro o no, indudablemente, el
universo marcha como debiera” (Desiderata).
Lo sostenible en cambio
pertenecería al dominio de lo social, cultural, humano. Y es (o sería) el
estado óptimo que podríamos lograr y mantener sin provocar más que un mínimo
impacto sobre la naturaleza, de forma tal de permitirnos obtener los recursos
necesarios para el desarrollo de nuestra vida sin comprometer las posibilidades
de las generaciones venideras (Nuestro Futuro Común, 1987).
Y entonces ¿qué hechos,
circunstancias o acciones permitirían acercarnos a una vida sostenible, la cual
sería –según lo expresado- nuestra máxima aspiración como “sociedad civilizada”?
Es necesario anticipar que la corrupción
¡nos aleja de ella!
Estado y Corrupción (1)
Nos dicen que pertenecemos a un estado
democrático y que somos ciudadanos de un estado democrático. Muchos se quedan
con ese fascinante sonido que facilita la creación de imágenes y sensaciones
halagadoras respecto de nuestra condición, de nuestra situación, pero no de
nuestro futuro, el cual se presenta absolutamente incierto.
Bien, pero ¿qué es el Estado? ¿Cuáles son
sus componentes? ¿Cuáles relaciones se establecen entre dichos componentes? ¿En
qué nos afecta o promueve? ¿Cuáles son nuestras responsabilidades para con él?
Y remarcamos el concepto de Estado pues es
él (“nosotros” en última instancia) quien genera, aprovecha y favorece la
corrupción o quien intenta ponerle freno y desterrarla, identificando sus
causas y despejándolas a través de verdaderas políticas de estado.
Es muy importante y necesario visualizar
que la corrupción es un atributo (o mejor dicho un anti-atributo)
del propio Estado, el cual está conformado esencialmente por un pueblo (con
su historia y circunstancias), un territorio (dotado de
recursos limitados) y un poder político, surgido del propio pueblo,
organizado jurídicamente (constitución, leyes, instituciones, etc.).
Por lo cual las múltiples y
virtuosas/viciosas relaciones entre estos componentes definirán finalmente la condición
de salud o enfermedad de una sociedad y un ambiente dados, en un momento
histórico dado y en un territorio determinado.
Dicho esto nos preguntamos si un Estado
“enfermo” o corrupto (que en este caso sería lo mismo), tiene alguna
posibilidad concreta y efectiva de alcanzar un desarrollo sostenible.
La naturaleza es sustentable sencillamente
porque en ella hay una ley natural que es “respetada” en toda
su profundidad y amplitud. Desde el comportamiento de las partículas
subatómicas hasta el viaje cósmico de una galaxia; desde la formación de un
cristal mineral hasta el funcionamiento equilibrado de una célula; desde el
crecimiento regular de un organismo hasta su decadencia y muerte. En todo el
mundo natural, hay una manifestación de orden (palabrita ésta que, a pesar de
que fue perdiendo intencionadamente su valor, sigue siendo esencial para el
dueto sustentabilidad / sostenibilidad).
Y decimos que, para que sea posible la
existencia de la sostenibilidad, debe existir, entonces, un marco de
conductas ciudadanas respetuosas de la ley social y del espíritu
constitucional/institucional en el cual nos desenvolvemos como personas. Sin
respeto a la Ley, no hay sostenibilidad alguna, solo un campo propicio para que
florezcan los desvíos y la corrupción, enemiga principal de cualquier idea que
pueda querer incluir el concepto de “durabilidad”, como lo es el de
sostenibilidad.
Ningún
sistema perdura sin conductas que, conocedoras y respetuosas de sus reglas de
juego, lo sostenga.
Y volviendo al
comienzo, donde hablábamos de promesas preelectorales incumplidas, cerramos
este texto expresando a viva voz un mensaje dirigido, en
primer lugar a los "políticos con aspiraciones" y en segundo lugar a
la misma ciudadanía:
"Un ambiente sano con aspiraciones de sostenibilidad, comienza
con ideas claras –surgidas de ricos intercambios entre ciudadanía e
instituciones, sobre el real significado del ambiente y su conservación-, sigue
con acuerdos sectoriales responsables, continúa con el diseño y aplicación de
políticas de estado representativas, se enriquece con el aprendizaje, la
investigación y la mirada cotidiana de la ciudadanía y sus organizaciones y
concluye con una conciencia colectiva sobre esta refrescante forma de vida que
tendría un solo y único nombre, mayúsculo, sólido, verdadero:
par-ti-ci-pa-ción".
Todo lo demás, pareciera acercarse a un
oscuro y malintencionado juego de aquellos que aspiran a la anti-democracia, al
anti-ambiente, a la anti-vida.
Desde dónde, hacia dónde
¿Dónde estamos parados? ¿Desde dónde
venimos? ¿Qué horizonte imaginamos? ¿Qué estaríamos dispuestos a sacrificar
para alcanzar aquello que “decimos soñar”?
-Estamos parados en un “espacio” particularmente
especulativo, de naturaleza beligerante, favorecedor de las peores
desconfianzas, avasallante, oportunista, inseguro, individualista, turbulento,
incierto.
-Este mismo espacio, a su vez y
contradictoriamente, está habitado por personas con buenas intenciones,
agradable, con deseos de cambio, heterogéneo, colorido, quejoso, emotivo,
ruidoso, desordenado.
-Personas que poseen visiones, valores y
hábitos heredados de culturas diversas e historias diferentes, todo lo
cual -lógicamente- puede dificultar los entendimientos, pero nunca abolirlos.
-Personas y colectivos que decimos saber
qué queremos y anhelamos, pero que no atinamos a lograrlo.
-Indiscutiblemente falta un rol activo,
que es el del propio Estado, desde el propio territorio, desde la propia
Constitución, desde la misma ciudadanía. Leyes no faltan; la ley Nº 25675, Ley
General del Ambiente (de presupuestos ambientales mínimos), existe desde 2002.
Observen los conceptos claves de esa norma: preservar, recuperar, mejorar,
recursos ambientales, calidad de vida, participación social, uso sustentable de
recursos, equilibrio, sistemas ecológicos, diversidad biológica, prevención de
efectos nocivos, valores, conductas sociales, desarrollo sustentable,
información ambiental, libre acceso a la población, sistema de coordinación.
-Ante tanta declamación
¿qué falta? Solo falta valor y voluntad política de quienes dicen
representarnos para que, las loables intenciones expresadas en un
desprestigiado documento legal puedan convertirse en efectivas realidades
susceptibles de ser conocidas, respetadas y vividas de manera cotidiana por los
hombres y mujeres que habitamos este suelo.
En 1939 José Ortega y Gasset nos decía
desde una conferencia en La Plata: "¡Argentinos, a las cosas! Queriéndonos
significar -hace ya casi 3/4 de siglo- que debíamos dejar cuestiones previas
personales, de suspicacias, de narcisismos, de desconfianzas, todo lo cual
mataba (y sigue matando) la fe pública y retrasa el andar
hacia una vida plena de los pueblos.
¿Cuáles serán “las cosas” a las cuales
debemos dirigir hoy nuestra atención, nuestro esfuerzo, nuestra inteligencia?
Seguramente hacia formas
alternativas factibles para construir -paso a paso- un Estado sano,
libre de corrupción, con políticos, funcionarios y referentes sociales que
demuestren valor, prudencia, inteligencia y capacidad de compromiso para
generar en nosotros aquella olvidada satisfacción de pertenecer a una
institución y a un suelo donde podamos creer, aprender, crecer, participar,
vivir!
¿Será esto ingenuidad? Quizás su verdadero
nombre sea utopía, y la percibida ingenuidad no sea más que un atributo
necesario de aquella.
(1) Ver Glosario