sábado, 1 de septiembre de 2012

Participación: virtudes, aprendizaje y atributos

La idea de mesa ¿incluye las sillas?
Es necesario precisar que los tres conceptos del título están referenciados a la persona, en cuanto ésta es un ser de naturaleza social con aspiraciones de participación en los procesos histórico-sociales de los cuales forma parte.

Participación
Volvemos nuevamente al concepto o macroconcepto que llamamos participación, con la finalidad de acercarnos un poco más a su significado profundo para hacer más accesible el abordaje de los conceptos de referencia.

Entonces, ¿qué relación o relaciones pueden existir entre virtudes, aprendizaje y atributos con el de participación? Para poder responder esta pregunta necesitaríamos primero identificar la naturaleza y/o función de cada uno de estos términos. De esta manera sabríamos qué tipo de lógicas y de apropiadas interrelaciones podríamos llegar a establecer.

La participación (como mencionáramos en “Participación”, 1/Ago/12) es un concepto de categoría superior, complejo, abarcativo e integrador; conformado a su vez por otros sub-conceptos, los cuales -articulados adecuadamente- le dan vida. A su vez, sin ellos, esta macro-idea no podría nunca realizarse, ni como tal ni como propósito (decíamos que para que exista una "cosa" llamada participación, se necesitaba la presencia de un plan).

Atributos, aprendizaje, virtudes
Con relación al concepto de atributo, nos referimos a aquellas características o cualidades que definen, de manera inequívoca, la esencia de un sistema viviente, en este caso, de la persona[1]. Esta característica de “esencial” representa un aspecto de sumo interés pues   la no consideración de éste presupone una degradación progresiva del dicho sistema.

Aprendizaje, representa un proceso con “aspiración de continuidad”, el cual permite desarrollar conocimiento, capacidades y virtudes -de muy diversa índole- para poder dar cumplimiento a las responsabilidades o roles que la persona tiene en su doble ámbito de acción: el natural y el social.

Un adelanto o pequeña síntesis, sería: una persona debe aprender a desarrollar capacidades y virtudes que le faciliten la satisfacción de sus atributos, porque sin el desarrollo de los mismos los logros inherentes a dicha persona se verían seriamente impedidos de realizarse.

Es importante advertir aquí que al usar el término virtud, lo hacemos sin dotar a la misma de connotaciones morales o éticas, sino que, simplemente, nos estamos refiriendo a la capacidad de una persona de realizar una determinada actividad con precisión, efectividad y de una manera responsable, sin hacer juicios de valor sobre la finalidad de dicha acción, a la cual sí se le podrían asignar connotaciones morales o éticas.

El desarrollo de estas virtudes debería incluir, necesariamente, una apropiada articulación de sus tres aspectos: el intelectual (o dominio del pensamiento, que nos permitirá entender el marco, significado y conceptualidad de la virtud), el sensitivo (o dominio de los sentimientos, que nos posibilitará una comprensión y aceptación de la necesidad de “ser virtuosos”) y el físico-corpóreo (o dominio de lo físico, volitivo, que nos dará la oportunidad de tocar virtuosamente algún "instrumento" dentro de la ejecución de alguna  “melodía social”).

Considerando que la persona es aceptada como un ser que piensa, siente y hace, nos resulta bastante obvio entender que una apropiada interrelación de estos tres aspectos produzca un estado de alegría, de satisfacción, de “felicidad” o simplemente un estado de bienestar compartido. En los casos opuestos, por ejemplo cuando se dan tensiones entre “lo que pensamos” y “lo que sentimos”, se suele generar todo lo contrario, angustia, inacción, resistencia, confusión, agresión.

Tres ejes vitales
Por ello hacemos hincapié en este concepto de virtud, pues una clara comprensión de sus beneficios permitiría "configurar" exitosamente nuestros tres ejes vitales sobre los cuales nos desarrollamos como personas, ya que vivimos cuando pensamos, vivimos cuando sentimos, cuando actuamos, vivimos.

Los tres aspectos son vida. Cada uno de ellos aporta “lo suyo” a nuestro ser y a nuestro estar. Lograr armonía entre éstos, es una consecuencia de la manera en que habitamos estos tres ejes; nunca un principio declarativo e inactivo de una especie de "derecho a la armonía" (lo cual, desde este punto de vista, más allá de que pueda ser legítimo, sería irrelevante).

Ahora bien nos quedaría por saber si esta vida, así mostrada, es realmente participante, lo cual es “otro cantar” que deberíamos aprender a “vocalizar”.

Por lo que, para continuar profundizando este “maltratado” concepto de participación (con sus múltiples y contradictorios “bemoles”) faltaría elaborar respuestas o aproximaciones a las siguientes preguntas.

¿La idea de mesa, incluye las sillas?
¿La idea de participación, incluye la virtud? 
¿La idea de virtud, incluye el aprendizaje? 
¿La idea de aprendizaje, incluye los atributos?
¿Y cuáles serían los atributos de la persona desde la pura óptica de una participación genuina?

No considerar esto, nos coloca en una situación muy cercana a lo que podríamos entender como un horizonte de oscuridad cívica.



[1] Este tema lo iremos desarrollando en sucesivas entradas pues, el comprender cuáles son los atributos de la persona -desde el punto de vista de la participación- permite referenciarnos colectivamente de una manera constructiva (no-beligerante).

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