La idea de mesa ¿incluye las sillas? |
Es
necesario precisar que los tres conceptos del título están referenciados a la
persona, en cuanto ésta es un ser de naturaleza social con aspiraciones de
participación en los procesos histórico-sociales de los cuales forma parte.
Participación
Volvemos
nuevamente al concepto o macroconcepto que llamamos participación,
con la finalidad de acercarnos un poco más a su significado profundo para hacer
más accesible el abordaje de los conceptos de referencia.
Entonces, ¿qué relación o
relaciones pueden existir entre virtudes, aprendizaje y atributos
con el de participación? Para poder responder
esta pregunta necesitaríamos primero identificar la naturaleza y/o función de
cada uno de estos términos. De esta manera sabríamos qué tipo de lógicas y de apropiadas
interrelaciones podríamos llegar a establecer.
La participación (como
mencionáramos en “Participación”,
1/Ago/12) es un concepto de categoría superior, complejo, abarcativo e
integrador; conformado a su vez por otros sub-conceptos, los cuales
-articulados adecuadamente- le dan vida. A su vez, sin ellos, esta macro-idea
no podría nunca realizarse, ni como tal ni como propósito (decíamos que para
que exista una "cosa" llamada participación, se necesitaba la
presencia de un plan).
Atributos,
aprendizaje, virtudes
Con
relación al concepto de atributo, nos referimos a aquellas
características o cualidades que definen, de manera inequívoca, la esencia de
un sistema viviente, en este caso, de la persona[1]. Esta
característica de “esencial” representa un aspecto de sumo interés pues
la no consideración de éste presupone una degradación progresiva del dicho
sistema.
Aprendizaje, representa un proceso con “aspiración de continuidad”, el cual
permite desarrollar conocimiento, capacidades y virtudes -de
muy diversa índole- para poder dar cumplimiento a las responsabilidades o roles
que la persona tiene en su doble ámbito de acción: el natural y el social.
Un
adelanto o pequeña síntesis, sería: una persona debe aprender a
desarrollar capacidades y virtudes que le faciliten la satisfacción de sus
atributos, porque sin el desarrollo de los mismos los logros inherentes a dicha persona
se verían seriamente impedidos de realizarse.
Es
importante advertir aquí que al usar el término virtud, lo hacemos sin dotar a
la misma de connotaciones morales o éticas, sino que, simplemente, nos estamos
refiriendo a la capacidad de una persona de realizar una determinada
actividad con precisión, efectividad y de una manera responsable, sin
hacer juicios de valor sobre la finalidad de dicha acción, a la cual sí se le
podrían asignar connotaciones morales o éticas.
El
desarrollo de estas virtudes debería incluir, necesariamente,
una apropiada articulación de sus tres aspectos: el intelectual (o
dominio del pensamiento, que nos permitirá entender el marco, significado y conceptualidad
de la virtud), el sensitivo (o dominio de los sentimientos,
que nos posibilitará una comprensión y aceptación de la necesidad de “ser
virtuosos”) y el físico-corpóreo (o dominio de lo físico,
volitivo, que nos dará la oportunidad de tocar virtuosamente algún "instrumento" dentro de la ejecución de alguna “melodía social”).
Considerando
que la persona es aceptada como un ser que piensa, siente y hace,
nos resulta bastante obvio entender que una apropiada interrelación de estos
tres aspectos produzca un estado de alegría, de satisfacción, de “felicidad” o
simplemente un estado de bienestar compartido. En los casos opuestos, por ejemplo cuando
se dan tensiones entre “lo que pensamos” y “lo que sentimos”, se suele generar
todo lo contrario, angustia, inacción, resistencia, confusión, agresión.
Tres ejes vitales
Por
ello hacemos hincapié en este concepto de virtud, pues una clara comprensión de
sus beneficios permitiría "configurar" exitosamente nuestros tres
ejes vitales sobre los cuales nos desarrollamos como personas,
ya que vivimos cuando pensamos, vivimos cuando
sentimos, cuando actuamos, vivimos.
Los
tres aspectos son vida. Cada uno de ellos aporta “lo suyo” a nuestro ser y
a nuestro estar. Lograr armonía entre éstos, es una consecuencia de la manera en que habitamos estos tres ejes; nunca un principio declarativo e inactivo de una especie de "derecho a la armonía" (lo cual, desde este punto de vista, más allá de que pueda ser legítimo, sería irrelevante).
Ahora
bien nos quedaría por saber si esta vida, así mostrada, es realmente
participante, lo cual es “otro cantar” que deberíamos aprender a
“vocalizar”.
Por
lo que, para continuar profundizando este “maltratado” concepto de
participación (con sus múltiples y contradictorios “bemoles”) faltaría elaborar
respuestas o aproximaciones a las siguientes preguntas.
¿La idea de mesa, incluye las
sillas?
¿La idea de participación,
incluye la virtud?
¿La idea de virtud, incluye el
aprendizaje?
¿La idea de aprendizaje,
incluye los atributos?
¿Y cuáles serían los atributos
de la persona desde la pura óptica de una participación genuina?
No
considerar esto, nos coloca en una situación muy cercana a lo que podríamos
entender como un horizonte de oscuridad cívica.
[1] Este tema lo iremos desarrollando en sucesivas
entradas pues, el comprender cuáles son los atributos de la persona -desde el
punto de vista de la participación- permite referenciarnos colectivamente de una manera constructiva (no-beligerante).
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