viernes, 26 de abril de 2013

Sistemas de Paz




En un artículo reciente sobre los Sistemas de Paz "Una vida sin guerra", publicado en el número especial de la Ciencia sobre Conflictos humanos (18.05.2012), el antropólogo Douglas P. FRY propone una visión diferente a la tradicional idea con la cual hemos sido educados respecto de que "la guerra es tan vieja como el hombre (por lo que, pareciera que sin guerra, casi no habría historia)".

Dice el artículo "una perspectiva evolutiva emergente sugiere que la guerra no está siempre presente en las sociedades humanas. Los Sistemas de Paz, concepto que se define como aquellos grupos de sociedades vecinas que no hacen la guerra entre sí, existen en diferentes continentes. A su vez este nombre permite identificar un proyecto de investigación que examina la gestión de conflictos y la reconciliación, sobre una base de datos entre distintas culturas que abarca a 186 sociedades.

Continúa diciendo que "una comparación de tres sistemas -los de paz Alto Xingu de tribus de Brasil, la Confederación Iroquois del estado de Nueva York y la Unión Europea- permite destacar seis características hipotéticas que son importantes en la creación y el mantenimiento de la paz entre sociedades:

1. Una identidad social general
2. Las interconexiones entre los subgrupos
3. La interdependencia
4. Los valores de no-guerra, no-combatiente
5. El simbolismo y ceremonias que refuercen la paz
6. Las instituciones de orden superior para la gestión de conflictos.

La existencia de estos sistemas de paz demuestra que es posible crear sistemas sociales libres de guerra". A su vez, el mismo autor dice: "Ver la paz como una utopía impide superar la guerra"

Una pregunta final ¿en qué podríamos estar errando los argentinos?

miércoles, 17 de abril de 2013

Corrupción y daño espiritual


En la entrada anterior, presentábamos un esquema que intentaba mostrar las dos zonas ambientales posibles en las que los seres humanos, como sociedad, podemos desarrollarnos: la zona de sostenibilidad ambiental y la zona de adversidad ambiental. Decíamos además que la base de las mismas era la zona de sustentabilidad y correspondía a la propia naturaleza, evolucionando a ritmo lento sin la presencia de su principal depredador: el hombre. Por otro lado, hacíamos un planteo por el cual nos preguntábamos si no estábamos frente al riesgo de fracaso ambiental que terminaría por romper el frágil equilibrio del cual todavía hoy disfrutamos.

Y sería necesario y oportuno recordar que, cuando hablamos de ambiente, no estamos hablando solamente de perritos y gatitos, de aire puro, de florcitas multicolores y arroyos que “corren” por el bosque. No, estamos hablando, además de todo eso que también es ambiente, del hombre, de su cultura y de su comportamiento social, pues es la sociedad organizada y nada más que la sociedad organizada, con sus aciertos y con sus errores, quien aparece como la única y última responsable de que los perritos jueguen y las florcitas crezcan.

Lo que hoy se observa en casi todos los medios de comunicación, es la perturbadora convicción, creciente y sostenida en una buena parte de la sociedad, de que nos estamos deslizando por una pendiente muy resbaladiza hacia un estado muy cercano al mencionado fracaso ambiental.

Y si bien, de ninguna manera estamos emitiendo juicios condenatorios o absolutorios sobre persona alguna, sí debemos decir -con todas las letras- que socialmente se tiene la convicción de que las pornografías farandulescas del poder (dentro de cualquiera de sus intersticios, privados y públicos), no solo son totalmente inapropiadas e inconvenientes para nuestro crecimiento y nuestra calidad de vida, sino que son generadoras de múltiples formas de violencia, de perturbación y de un sostenido y perverso daño espiritual en todo el cuerpo de la sociedad.

Cualquiera puede darse cuenta que somos lo que sentimos; si sentimos frustración, somos violencia, si sentimos reconocimiento somos agradecimiento, si sentimos respeto somos respetuosos, si sentimos amor, somos vida. Si sentimos que nos toman de estúpidos, somos fuerza de repulsión para el estúpido agresor. Es un dar y recibir. Es una ley que mucha gente, sobre todo los poderosos, parecen no querer entender. ¡Y se siguen comportando como chicos que juegan a ser grandes y se visten con ropas impropias de su edad que, a todas luces, les queda grande..!

La injusticia es uno de los peores males sociales, sino el peor. Cualquier cosa puede ser tolerada cuando uno se siente sólidamente vinculado y medianamente protegido. Inclusive puede uno sobreponerse a una crisis, a una catástrofe natural, a una guerra. Pero, la injusticia tiene la propiedad de sacar absolutamente de quicio al más tolerante y pacífico de los mortales. Lo lleva, poco a poco, desde un ser humano racional, espiritual, a uno que aparece como un inhumano-irracional. Y un ser de esta naturaleza tiene una sola forma de responder; forma que los máximos responsables del estado deben evitar a toda costa que pueda manifestarse, pues la misma podría presentarse de una manera brutal. Es muy difícil sobreponerse en paz a una injusticia de naturaleza sistemática, aunque el esfuerzo por lograrlo sea necesariamente válido, dolorosamente vigente y se nos presente como un desafío ético del momento.

Una persona puede sufrir degradación en el nivel más denso de su vida, el físico, y seguir adelante; se recupera. Puede sufrir daño en el ámbito de sus emociones o sus sentimientos, y seguir adelante; se recupera. Una persona puede incluso sufrir daño en su nivel mental e intelectual y se recupera. Una persona que sufra daño de naturaleza y nivel espiritual –lugar donde alberga su memoria, su conciencia, su vocación- ¿podrá recuperarse como persona completa o “mutará” a un nuevo ser de comportamiento impredecible? ¿Qué esperan, poderosos, para reaccionar y dejar de jugar a ser ciegos, insensibles e incapaces dioses? ¿No hubo suficientemente tiempo de aprendizaje todavía para saber que aprender ajedrez es éticamente superior e infinitamente más productivo, que seguir jugando solamente al cruel y estúpido Jenga?

¿Dónde está el Estado -principalmente fiscales y jueces con intenciones de ser honestos, justos, cabales, respetuosos del mismo espíritu de la ley que dicen hacer cumplir en sus fallos- que nos den respuestas rápidas y efectivas para despejar de raíz, si es que existe tal propósito, cualquier sombra de duda y pueda colocar a quienes corresponda en el lugar que corresponda y en el menor tiempo posible? ¿Podrán terminar con el virus de la impunidad, de la corrupción, del desquicio? ¿Podrá una institución hacerse sobre si misma una tan dolorosa operación? ¿O todo esto irá, lentamente, diluyéndose en una "justa nada"?

¿Podrán los distintos centros del poder público hacer algo parecido? ¿Soltarán la "teta del estado" las corporaciones? ¿Se animarán los líderes espirituales a ponerle el nombre que le corresponde a cada cosa, en vez de continuar con el juego de las ambigüedades diplomáticas? ¿Podrán los partidos políticos dejar de verse como enemigos y empezar a construir confianza mutua para sentarse a consensuar políticas de estado para los próximos 100 años? ¿Podrán los sindicatos dejar de mirarse "el pupo" de sus corporativos "derechos absolutos" y empezar a educarse en el respeto y cumplimiento de sus deberes y obligaciones? ¿Podrán los economistas dejarse de joder con fórmulas que nadie entiende y explicar que la base y sustento de una economía no especulativa es que cada uno  produzca como mínimo lo que consume? ¿Podrán los educadores reconvertirse en verdaderos ejemplos de vida, como siempre fue, en vez de sostener un estatus degradado con el solo fundamento de "ser  trabajadores que defienden sus sueldos"? ¿Podremos darnos cuenta qué es causa y qué efecto? ¿Podremos como ciudadanía, cualquiera sea nuestro estatus, empezar a pensar en plural y abandonar, aunque sea de manera ejemplificadora, nuestro individualismo? 

En síntesis ¿podremos cada uno de nosotros según nuestra posición y función, cambiar el foco actual de "mis derechos por sobre todas las cosas" por el de "mis deberes" con igual sentido de urgencia? ¿O todavía no nos dimos cuenta de que "mis derechos" se consuman a través del cumplimiento del "deber de otro", y que si "ese otro" no cumple con "su deber" -porque privilegia el reclamo de "sus derechos"- nunca podré yo hacer efectivos "los míos"? Es una rueda, una calecita. Se ve que de adultos nos hemos olvidado bastante de jugar y de aprender de las cosas simples. ¡Hemos enredado tanto la vida! 

Hace algunos años alguien dijo: el frío es mucho más intenso inmediatamente antes del alba. ¿Significará algo en esta Argentina, tanta sensación de “congelamiento moral”?

lunes, 1 de abril de 2013

¿Sustentabilidad, sostenibilidad o fracaso ambiental?


Debido a que la Ley Ambiental Argentina (ley Nº 25675 de Presupuestos Mínimos) hace referencia en todo su texto al concepto de sustentabilidad (ecológica, económica, social), creemos necesario efectuar una diferenciación entre estos términos sustentabilidad y sostenibilidad, pues creemos que son dos aspectos diferentes de la misma realidad ambiental y que es importante su aclaración. Esto favorecería, no solo el enriquecimiento de nuestro lenguaje, sino también y principalmente, nos permitiría ampliar nuestra comprensión sobre el tema.

Ya que la naturaleza ha sido siempre el marco referencial último de todo intento de análisis sobre las distintas perspectivas de nuestra realidad humana, se considera importante utilizar el término sustentabilidad para nombrar la permanencia que demuestra la propia naturaleza en su evolución y desarrollo, la cual es independiente de la intervención humana. El universo marcha según sus propias leyes. Es sustentable, es constructivo, es cierto.

El accionar del hombre, en cambio, por más respetuoso que se presente o se haya presentado a lo largo de la historia respecto del orden natural, siempre ha impactado de una manera u otra en el mismo, provocándole diferentes daños de categoría, magnitud y escala diversa. Debido a esto y aunque la sociedad, por toma de conciencia o por interés, decidiera iniciar acciones de largo plazo para respetar este orden inmanente, inclusive en este caso, «siempre» se estaría provocando un impacto en el medio, pues la sociedad seguiría dependiendo de la explotación de los recursos naturales para su desarrollo y por lo tanto provocando un "cierto nivel" de degradación ambiental. La aspiración máxima del hombre sería, por lo tanto, alcanzar la sostenibilidad.

Finalmente, y en ausencia de lo sostenible como programa de vida, solo queda la adversidad y el fracaso ambiental, el cual manifestará sus negativos efectos de una manera u otra, en el corto, en el mediano o en el largo plazo. Su condición es la inevitabilidad.

La naturaleza es sustentable.
La civilización, como máximo, puede llegar a ser sostenible.
Lo demás se llama adversidad y fracaso ambiental.

viernes, 22 de marzo de 2013

Memoria ¿del pasado, del presente, del futuro?


Memoria. Palabra fuerte. Palabra activa. Palabra incompleta.

Palabra fuerte. Esencial en el vocabulario interior de cada uno, pues solemos bucear en ella tratando de refrescar información aprendida con ecos que viene de otros tiempos. Palabra activa. De alta exposición en los vocabularios públicos, pues su presencia crece en los medios de comunicación y se expande a diario en nuestros oídos. Palabra incompleta. Pues su significación suele estar truncada, por lo que sería absolutamente conveniente que pueda encontrar su justa ubicación, completarse y así renacer en toda su potencia.

Tarea nada fácil, tarea desafiante ¡Se puede! Es la urgencia de un desafío que permitiría ampliar nuestra mirada sobre la realidad, aunque solo se trate de una realidad siempre parcial.

Memoria y Función

La definición que se suele hacer de la memoria es la siguiente: un fenómeno de la mente que permite al organismo codificar, almacenar y evocar información del pasado.

Es un continente de contenidos diversos, los cuales se originan en nuestro contacto cotidiano con la realidad a través de nuestras vivencias, nuestros sentidos (imágenes, sonidos, olores, sabores, sensaciones) y las diversas construcciones simbólicas que realizamos a través del lenguaje, estando fuertemente vinculada al proceso de aprendizaje.

Su función sería la de poner a nuestra disposición la información que necesitemos en el momento oportuno según los requerimientos inmediatos de nuestros planes, necesidades u objetivos.

Memoria y Temporalidad

Si bien es cierto que la ciencia define a la memoria como una función del cerebro que permite recordar información del pasado, sería importante analizar otras relaciones que la puedan vincular con el presente y con el futuro, pues estos vínculos ampliarían nuestra visión sobre sus posibilidades. En este sentido creemos necesario distinguir dos aspectos complementarios de la memoria con relación al tiempo. 

Un aspecto es el tiempo cronológico en el cual, en un instante dado, se hace el registro de la información que es almacenada en nuestra memoria. En ese sentido toda información que se almacena para luego ser recuperada, es evocada en el presente y llega siempre desde el pasado. No hay dudas. Se trata de un tiempo físico y en todos estos casos hablamos siempre de memoria del pasado.

El otro aspecto, se relaciona con el significado que tiene la información almacenada con relación al tiempo; por ejemplo, cuando ser guarda en la memoria una tarea o acción que es necesario realizar en el futuro. En estos casos se presenta el hecho particular de que la memoria adquiere una nueva cualidad que es la necesidad de asociarla con una "alarma" determinada que recuerde ese hecho futuro, en el instante preciso, a pesar que dicho hecho haya sido almacenado con anterioridad a su momento real de ejecución.

En estos casos, podríamos decir que dicha información pertenece a una memoria del futuro, pues se hace necesario recordar aquello que se debe hacer cuando llegue el momento oportuno, ya sea que se trate de un turno médico, del inicio de un trabajo, de un evento del que hay que participar, etc. A este recuerdo de “lo por hacer” se le agrega un nuevo componente, que suma cierta tensión, pues es necesario no olvidarse de ese hecho cuando llegue el momento. Y esto sucede principalmente con la memoria del futuro, lo cual la diferencia de las otras.

Podríamos decir que, desde este punto de vista, la memoria se convierte en algo atemporal, pues en ella se mezclan registros de cosas terminadas (pasadas), de cosas en proceso, actuales (presentes) y de cosas por hacer (futuras), en una unidad donde se ubican con determinado orden y secuencia, no solo una variada información sino además sus significados con relación al eje del tiempo.

Esta mezcla de pasado, presente y futuro dota a la memoria de una condición especial con relación a las actitudes que puede adoptar una persona en su vida individual o en la de relación, como fundamento y sostén de conductas y comportamientos en el logro de objetivos, ya sean propios o colectivos.

Memoria y Encuentro

Y es con relación a la conducta que creemos, justamente, que memoria y encuentro son dos conceptos de fuerte vinculación. De alta coherencia. De ricas posibilidades, esperanzadoras. La pregunta que salta a la luz es ¿de qué memoria hablamos y cuál sería la finalidad de dicho encuentro?

Con relación al tipo de memoria, creemos necesario priorizar la del futuro por sobre las demás, pues aquello que motiva y refuerza las voluntades, pareciera haber sido siempre el anhelo por lograr una meta, un objetivo o un propósito, propio o compartido, y que por su propia naturaleza está ubicado en el futuro, cercano o lejano, pero futuro al fin.

Esto no significa descartar la memoria del pasado ni la del presente. De ninguna manera. Solamente que éstas deben alinearse por detrás, pues solo mirando el futuro es posible visualizar lo que se desea alcanzar, lo que motiva y lo que alimenta la voluntad en el presente, permitiendo avanzar por un camino que deberá ser enriquecido en su hacer a través de la experiencia y del conocimiento, los cuales sí provienen del pasado y de lo aprendido.

Es una permanente retroalimentación: el futuro como faro y motivación, el pasado como conocimiento y experiencia y el presente como acción dirigida desde el futuro y sostenida desde el pasado.

Es en este sentido que la palabra encuentro adquiere un significado y una potencia que de otra manera no lograría, pues un encuentro sin una finalidad compartida, como futuro, no es un encuentro, es una confusión o un conglomerado humano; un encuentro con una finalidad que haga foco en el pasado, es una reunión de nostálgicos y una reunión con finalidad de solo presente no pasa de ser una mera distracción.

Solo el futuro, expresado como propósito, puede asignar significación a un encuentro de personas, por ello la segunda parte de la pregunta “con qué finalidad sería dicho encuentro”  es lo que quedaría pendiente de resolver. Y esto no puede resolverse, solamente desde lo individual. Se hace necesaria la comunión entre personas.

Es en este punto en donde sería esperanzador y alentador que cada uno, ya sea en soledad o asistido, pueda realizar el esfuerzo no exento de dudas, de inquietudes, que le permita reflexionar, investigar y sacar a la luz sus recuerdos de forma tal de ir desagregando -poco a poco- su propia memoria; poniendo sobre el tapete de su conciencia los distintos recuerdos, haciendo la limpieza que corresponda, descartando lo que sienta inútil, refrescando lo que sienta útil, intentando descubrir la propia raíz donde quizá pueda descubrir el verdadero significado de la palabra participación.

Es solo una posibilidad, un camino. ¡Caminante...!

miércoles, 27 de febrero de 2013

Designio Imperial y Corrupción - Poema interrogativo




¿En nombre de qué oculto propósito una raza, etnia o pueblo se asigna el derecho brutal de someter, sojuzgar y avasallar a otras razas, pueblos, etnias o culturas?
¿Qué tipo de visión se ha podido construir y qué tipo de desafío ha sido planteado para mantener una perfecta obsesión en las mentes y corazones imperiales?

¿Qué energías han sostenido y qué esencia ha motorizado a lo largo de los años, un plan de tal naturaleza?

¿Cuáles son los límites territoriales de tanta ansia expansionista y cuál es su sino?

¿Qué atávica genética ha condicionado las decisiones de sus voluntades y sus libres albedríos?

¿Qué poderosa droga ha sido utilizada para adormecer una clara conciencia y reemplazarla por una falsa ilusión?

¿Por qué la férrea y tenaz persistencia en lograr perfección artificial como opción al natural y rítmico proceso de mejoramiento de Natura y su implacable ley?

¿Qué sentencias han debido de escuchar? ¿Qué castigos soportar? ¿Cuáles sufrimientos, prometido callar? ¿Qué miedos ocultar? ¿Qué amenazadoras presiones no los dejan reposar? 

¿Tanto sufrimiento, tanto miedo y tanta impotencia habrán sido semilla, suelo y riego de tanta violencia destructiva?

¿Cuál ceguera invade sus mentes? ¿Qué virus insensibiliza sus corazones? ¿Cuáles obstáculos vuelven impotentes sus esfuerzos?

¿Qué conocimientos y cuáles cerebros continúan asistiendo la ejecución de qué acciones? ¿Y de qué son disfrazadas éstas, ex profeso, para dar satisfacción a cuáles inexistentes derechos de los avasallados?

¿Qué tipo de hipnosis ha hecho posible la inhumana soberbia, la intimidante y extrema rebeldía y la enajenación propia de aquel poder que decide en soledad, exento de amor y de luz?

¿Qué superación es la que se pretende alcanzar reemplazando el bullicioso silencio de la vida por el ruidoso vacío de la muerte?

¿Afianzar finalmente la pobreza, la locura y el desamparo de los simples y pequeños mortales es una opción válida para justificar y mantener a ultranza tales objetivos?

¿Por qué pagar semejante costo en nombre de cuáles beneficios de difícil valoración y de imposible sostenimiento? ¿Por qué?

¿Qué tiempo ha transcurrido ya y cuáles serán los venideros en las advertidas líneas de acción de los hombres imperiales?

¿Qué mundos reales estamos soportando sin saberlo? ¿Y cuántos mundos imaginarios estamos creyendo vivir sin realmente hacerlo?

¿Qué futuros están pretendiendo robarnos y desdibujar de nuestras vidas a través de ficticios colores, estridentes sonidos, químicos sabores, falsas percepciones y expectantes promesas que nunca verán el día?

¿Qué antiguo arcano descubrirá el umbral que facilite el pleno acceso al conocimiento, a la justicia, a la paz? ¿Y qué nombre tiene el camino por donde marchará vencida la falsa vida?

¿Será, tanta incertidumbre, tanta angustia y tanto dolor, un peldaño más de un proceso de "parto planetario" para el nacimiento del humilde hombre despierto, participante inteligente de la Vida?

¿Qué está sucediendo en tus entrañas Planeta Azul, que se te nota tan inquieto? 

sábado, 9 de febrero de 2013

¿Sostenibilidad con corrupción? - II


Como continuidad de la entrada anterior, creo necesario aclarar algunas ideas alrededor del concepto de corrupción y de porqué decimos que no puede haber un "Estado sostenible-Ambiente sostenible" si no despejamos la corrupción, tanto del corazón del propio Estado, como de su periferia y de cualquiera de sus "infinitos" rincones donde se tejen fantasiosos sueños de poder.



Somos Estado



En principio, como premisa fundamental, creemos importante remarcar que cada uno de nosotros tenemos el deber de sentirnos incluidos en el Estado. Somos, como ciudadanía, parte del Estado (organizado en cuatro componentes, según dijimos en ¿Sostenibilidad con corrupción?. Ver imagen del título)



Y nosotros, como parte vital del Estado, elegimos de manera periódica -y no siempre con las mejores alternativas a la vista- quiénes van a gobernarnos. Pero elegimos y por lo tanto delegamos. Nosotros. Primera persona del plural.



Por otro lado, decimos que la corrupción (ver Glosario) está asociada indisolublemente al Estado, ya sea por acción o por omisión. Y esto es tan así, que esta corrupción nace y se va desarrollando desde la propia ciudadanía, a través de sus valores, hábitos individuales o aceptaciones colectivas (forjados a lo largo de una historia específica que le imprimió un estilo  particular de manifestarse) y se va haciendo, poco a poco, "carne social" en la medida en que no somos capaces de pararla "en seco", identificándola, mirándola de frente y elaborando conductas que la destierren de nuestra cotidianidad.



La corrupción puede tener el "tamaño y volumen" que permitamos que tenga. Claro que, una inconducta individual, fruto de una circunstancial particular, no necesariamente podría  ser tildada de corrupción, sobre todo si existe la actitud de reconocerla y corregirla. Pero, si esa misma acción, la terminamos aceptando y justificando, seguramente continuaremos repitiendo y consolidando dicha inconducta. 



Esta enfermedad de reafirmación de las inconductas, como hecho aceptado socialmente, es aquello que finalmente termina ascendiendo por la pirámide hasta posicionarse en las más altas jerarquías sociales y de gobierno, reforzando de esta forma, aún más, las causas de esa misma corrupción. Un hermoso circulo vicioso. Y absolutamente corrupto.



Y, desde estos espacios de jerarquía, se las sigue alimentando a través de la satisfacción de todas y cada una de las tentaciones que van apareciendo en los ámbitos del poder. Tentaciones que, en vez de ser enfrentadas desde la fortaleza de "hacer lo correcto" o "lo más justo" -según la función y responsabilidad que se asume como funcionario o gobernante- se la enfrenta desde una debilidad ética y moral, afianzada en ese ciudadano-ahora-gobernante que solo aprendió a "trepar" dentro de una política partidaria incoherente, pagando todo tipo de "peaje" para llegar -lo más rápido posible- a la posición ambicionada y poder zafar, o lograr el tan ansiado éxito o la salvación económica.  Solo o con su grupo de apoyo, no importa cómo. Lo que realmente  importa es “disfrutar, circunstancialmente, de esa falsa sensación de ser diferente y estar a salvo".



Aunque debiéramos saber que, cuando se habla de corrupción, el estar a salvo “para unos pocos” es causa de desgracia “para unos muchos". Y esto, no solo es inaceptable desde todo punto de vista (humano, ético, social), sino que es muy peligroso.



Debilidades y fortalezas



Y ¿qué podemos percibir detrás de la corrupción?



Podemos visualizar la existencia de debilidades propias de aquellas personas indeterminadas éticamente; debilidades que podríamos llamar anti-virtudes y que son las que, en nombre de la democracia, generan desconfianza, indiferencia, anomia ciudadana -con su pesada carga de violencia- y que terminan finalmente asesinando a la participación, eje esencial de todo Estado que se presuma democrático.



Las debilidades a que nos referimos son: la cobardía, el desenfreno, la astucia y el descontrol.

-La cobardía que tiene el significado de incumplimiento sistemático de los deberes y responsabilidades propias de la función que se acepta desarrollar socialmente, sin importar si es en el ámbito público o privado. Significa establecer unas relaciones totalmente inapropiadas entre el ciudadano y el espíritu de las leyes, las que deben estar fuertemente subordinadas a la propia Constitución.

-El desenfreno: que representa la aplicación impune y desmedida de atributos impropios del rol o función que a un ciudadano le toca cumplir y que por lo general van en desmedro del cuerpo social.

-La astucia: como actitud y mecanismo psicológico-mental orientado a evadir toda posibilidad de consenso que permitiera resolver, de forma sostenible y económica para el Estado, los problemas de éste, pero que -se mantiene a toda costa- pues de lo contrario pondría en evidencia las situaciones de prebendas sostenidas mediante la cobardía y el desenfreno.

-El descontrol: que es el resultado lógico de actuar especulativamente (con cobardía, desenfreno y astucia) y que se traduce en la falta de inteligencia, voluntad y compromiso para hacer más justa, progresivamente, la vida social.



Como contrapartida ¿cuáles serían las virtudes necesarias que podrían despejar esta situación? Creemos que son la contrapartida de aquellas, es decir: el valor, la prudencia, la inteligencia y el equilibrio

-El valor, que permite –libre y conscientemente- hacerse cargo de las propias responsabilidades y deberes que corresponden a un propósito común establecido y representado por el espíritu de la Constitución, máxima referencia de las conductas sociales. No debe confundirse valor con arrojo o temeridad.

-La prudencia, para enmarcar nuestra toma de decisiones cotidianas en coincidencia con la Ley, ya sean éstas del orden natural o político-social.

-La inteligencia, que posibilita identificar las causas de aquellos procesos que agreden al cuerpo social, de forma tal de acceder a la mejor solución evitando así acciones reaccionarias que solo potenciarían el problema.

-El equilibrio o armonía social, como resultado lógico de haber desarrollado desde las funciones que nos tocan a cada uno, como ciudadanos comunes o con responsabilidades de conducción, valor, prudencia e inteligencia.



Lo planteado, si bien simple no es fácil, pues está referido a cambios culturales los cuales necesitan de tiempo y a veces, sufrimiento.



Pero, independientemente del tiempo que nos lleve ver los resultados, lo primero que se requiere es un claro y sincero reconocimiento de la situación. A su vez se debe aceptar la imperiosa necesidad de un cambio, con signos de permanencia, y de un plan que nos permita progresar colectivamente, erradicando esta terrible debilidad que logra transformar cualquier sólido fundamento social en un gigante con pies de barro.



Conductas ciudadanas e institucionales



Y entonces, volviendo a la pregunta de cómo la corrupción del Estado repercute e imposibilita la tan declamada sostenibilidad ambiental, llegamos a la conclusión de que se han ido estableciendo con el tiempo un conjunto de relaciones inapropiadas entre los distintos componentes del Estado (y del ambiente por extensión) que mueven sistemáticamente la rueda de la corrupción, provocan contaminación y sostienen la confusión.



Esta rueda podemos imaginarla a través de las conductas de sus dos actores centrales: las instituciones (desde lo orgánico o sistémico) y la ciudadanía (desde lo individual). Actores que deben decidir colectivamente, a través de los canales institucionales, si desean continuar con la especulación a ultranza o si en cambio desean emprender un renovado camino de participación verdadera.



Desde lo institucional (Gobierno) es necesario que se acepten los desafíos, que se generen espacios de participación vinculantes, que se desarrollen políticas de estado inteligentes y que se asignen recursos en cantidad suficiente para que la ciudadanía (acompañada desde las organizaciones) pueda participar de un cambio cierto hacia el dominio de lo sostenible.



Desde la ciudadanía, conjunto soberano de actores, se hace necesario que desarrollemos el pensamiento crítico que nos aleje de dogmas y prejuicios, educarnos en temas sociales y ambientales, generar y fortalecer hábitos apropiados de sostenibilidad, participar de procesos de depuración ambiental trabajando sobre las causas y no contrarrestando permanentemente los efectos negativos de aquellas, desarrollar la atención para poder “mirar y ver” y, quizá finalmente, llegar a  disfrutar de una fiesta que significaría una vida en un ambiente progresivamente saludable dentro de una sociedad progresivamente educada.



Somos Ambiente



A su vez y para cerrar estas ideas, debemos decir que así como expresamos que somos Estado, también deberíamos decir: somos Ambiente.



Porque naturaleza es una cosa, cultura es otra y ambiente es la relación que establece una cultura determinada con la naturaleza. Por lo cual el ambiente es un concepto humano de integración de dos subsistemas. Hoy se está hablando de acoplamiento hombre-naturaleza para intentar aproximarse a un renovado concepto de ambiente. No de hombre “en” la naturaleza, ni de hombre “con” la naturaleza u hombre “y” naturaleza. No, sino de otro concepto, el de unificación de ambas cosas en una nueva perspectiva.



Si en un ejercicio teórico, pudiéramos eliminar al hombre del planeta, lo que quedaría no es un ambiente “libre del hombre”; quedaría una naturaleza sin agentes contaminantes, que es algo muy distinto.



Si pudiéramos darnos cuenta que estamos relacionados de una manera u otra con las cosas externas a nosotros y que los resultados que esperamos alcanzar a través de nuestras relaciones (con objetos o sujetos) dependen del tipo y calidad de las relaciones que establezcamos, entonces empezaríamos quizás a visualizar al ambiente como algo que nos incluye y a su vez como algo propio, de nosotros mismos, pues toda relación es una vinculación de por lo menos dos “puntas”, una de las cuales está en nuestra mente y en nuestros sentimientos. Dentro, nunca fuera.



La misma causa que nos impide decir “somos Estado” es la misma que nos impide decir “somos Ambiente”. Cuando resolvamos una, resolveremos las dos.



Y esto significará que habremos dado el primer paso hacia una vida verdaderamente sostenible, participante, cierta, en donde las referencias válidas para nuestras conductas estarán sólidamente ancladas al mundo de la Ley Natural, principio y fin de la sustentabilidad y no en nuestros prejuicios, nuestras ambiciones y nuestra disfrazada confusión.

sábado, 2 de febrero de 2013

¿Sostenibilidad con corrupción?


Mientras trabajo, suelo escuchar radio. Casi siempre AM, a veces música en FM. En algunos de estos programas, se oyen cosas que disparan ideas. Y esto es lo que pasó hace un rato mientras escuchaba a un periodista entrevistar a un político.

El tema del que hablaban tenía que ver con las siguientes palabras claves: ambiente, sustentabilidad-sostenibilidad, Estado, partidos políticos, sociedad organizada, estrategias de defensa social, elecciones, voto.

La conversación fue llevada por el periodista, esencialmente, hacia las promesas no cumplidas por políticos, respecto de aquello qué iban a hacer (antes del voto) y de lo que realmente hicieron (después de haber sido votados).

Por supuesto que de lo que se trataba era del irracional, nefasto y desmoralizador “truco político preelectoral”, viejo conocido de aquellos que llevamos algunos años en el alma.

Sustentabilidad y Sostenibilidad

Estas dos palabras –que suelen ser utilizadas sin mayores precisiones, como pasó en la audición de radio de referencia- nos dirigen al concepto de ambiente.

Éste concepto -el de ambiente, ya analizado en un texto anterior de este blog- pareciera que no termina de quedar claro (hay tantos intereses de por medio!); y sin lo cual sería dificultoso avanzar hacia la diferenciación de lo que entendemos por sostenibilidad sustentabilidad, ya que -desde nuestra óptica- son dos términos esencialmente distintos que hacen referencia a dominios absolutamente distintos de la realidad.

Reiteramos como base para el análisis, lo ya dicho en Naturaleza, Ambiente y Sociedad (Ago.2012): “el ambiente es el dominio universal en el cual se desarrolla la vida, por lo que o colaboramos o interferimos. Si decidimos colaborar deberemos aprender a participar desarrollando capacidades que nos permitan ser útiles; si decidimos interferir solo necesitaremos reafirmar nuestro actual esquema especulativo”.

En el mismo texto expresábamos una diferencia profunda, tajante, abismal, entre dos conceptos opuestos: especulación y participación. A su vez, relacionábamos el primero con la interferencia al desarrollo de la propia vida y al segundo con la colaboración con ésta.

En este punto es oportuno expresar, a nuestro entender, la diferencia central entre lo sostenible y lo sustentable. Para ello es útil preguntarnos ¿utilizando cuál sistema referencial podríamos establecer esta diferencia? Nos respondemos: con la propia naturaleza, cuyas leyes regulan el conjunto de la vida toda.

Entonces ¿cuál es la diferencia?

Decimos que lo sustentable, lo único que podría considerarse dotado de este atributo, es la propia Naturaleza, cuyos miles de millones de años de historia atestiguan la particularidad de haber generado las condiciones necesarias para el desarrollo y sostén de la vida, en sus diversas manifestaciones. Y -si nadie se opone- todo parece indicar que continuará su camino con esta “raza humana dentro del planeta” o sin ella. Dice un antiguo poema “… y sea que te resulte claro o no, indudablemente, el universo marcha como debiera” (Desiderata).

Lo sostenible en cambio pertenecería al dominio de lo social, cultural, humano. Y es (o sería) el estado óptimo que podríamos lograr y mantener sin provocar más que un mínimo impacto sobre la naturaleza, de forma tal de permitirnos obtener los recursos necesarios para el desarrollo de nuestra vida sin comprometer las posibilidades de las generaciones venideras (Nuestro Futuro Común, 1987).

Y entonces ¿qué hechos, circunstancias o acciones permitirían acercarnos a una vida sostenible, la cual sería –según lo expresado- nuestra máxima aspiración como “sociedad civilizada”?

Es necesario anticipar que la corrupción ¡nos aleja de ella!

Estado y Corrupción (1)

Nos dicen que pertenecemos a un estado democrático y que somos ciudadanos de un estado democrático. Muchos se quedan con ese fascinante sonido que facilita la creación de imágenes y sensaciones halagadoras respecto de nuestra condición, de nuestra situación, pero no de nuestro futuro, el cual se presenta absolutamente incierto.

Bien, pero ¿qué es el Estado? ¿Cuáles son sus componentes? ¿Cuáles relaciones se establecen entre dichos componentes? ¿En qué nos afecta o promueve? ¿Cuáles son nuestras responsabilidades para con él?

Y remarcamos el concepto de Estado pues es él (“nosotros” en última instancia) quien genera, aprovecha y favorece la corrupción o quien intenta ponerle freno y desterrarla, identificando sus causas y despejándolas a través de verdaderas políticas de estado.

Es muy importante y necesario visualizar que la corrupción es un atributo (o mejor dicho un anti-atributo) del propio Estado, el cual está conformado esencialmente por un pueblo (con su historia y circunstancias), un territorio (dotado de recursos limitados) y un poder político, surgido del propio pueblo, organizado jurídicamente (constitución, leyes, instituciones, etc.).

Por lo cual las múltiples y virtuosas/viciosas relaciones entre estos componentes definirán finalmente la condición de salud o enfermedad de una sociedad y un ambiente dados, en un momento histórico dado y en un territorio determinado.

Dicho esto nos preguntamos si un Estado “enfermo” o corrupto (que en este caso sería lo mismo), tiene alguna posibilidad concreta y efectiva de alcanzar un desarrollo sostenible.

La naturaleza es sustentable sencillamente porque en ella hay una ley natural que es “respetada” en toda su profundidad y amplitud. Desde el comportamiento de las partículas subatómicas hasta el viaje cósmico de una galaxia; desde la formación de un cristal mineral hasta el funcionamiento equilibrado de una célula; desde el crecimiento regular de un organismo hasta su decadencia y muerte. En todo el mundo natural, hay una manifestación de orden (palabrita ésta que, a pesar de que fue perdiendo intencionadamente su valor, sigue siendo esencial para el dueto sustentabilidad / sostenibilidad).

Y decimos que, para que sea posible la existencia de la sostenibilidad, debe existir, entonces, un marco de conductas ciudadanas respetuosas de la ley social y del espíritu constitucional/institucional en el cual nos desenvolvemos como personas. Sin respeto a la Ley, no hay sostenibilidad alguna, solo un campo propicio para que florezcan los desvíos y la corrupción, enemiga principal de cualquier idea que pueda querer incluir el concepto de “durabilidad”, como lo es el de sostenibilidad.

Ningún sistema perdura sin conductas que, conocedoras y respetuosas de sus reglas de juego, lo sostenga.

Y volviendo al comienzo, donde hablábamos de promesas preelectorales incumplidas, cerramos este texto expresando a viva voz un mensaje dirigido, en primer lugar a los "políticos con aspiraciones" y en segundo lugar a la misma ciudadanía: 

"Un ambiente sano con aspiraciones de sostenibilidad, comienza con ideas claras –surgidas  de ricos intercambios entre ciudadanía e instituciones, sobre el real significado del ambiente y su conservación-, sigue con acuerdos sectoriales responsables, continúa con el diseño y aplicación de políticas de estado representativas, se enriquece con el aprendizaje, la investigación y la mirada cotidiana de la ciudadanía y sus organizaciones y concluye con una conciencia colectiva sobre esta refrescante forma de vida que tendría un solo y único nombre, mayúsculo, sólido, verdadero: par-ti-ci-pa-ción".

Todo lo demás, pareciera acercarse a un oscuro y malintencionado juego de aquellos que aspiran a la anti-democracia, al anti-ambiente, a la anti-vida.

Desde dónde, hacia dónde

¿Dónde estamos parados? ¿Desde dónde venimos? ¿Qué horizonte imaginamos? ¿Qué estaríamos dispuestos a sacrificar para alcanzar aquello que “decimos soñar”?
-Estamos parados en un “espacio” particularmente especulativo, de naturaleza beligerante, favorecedor de las peores desconfianzas, avasallante, oportunista, inseguro, individualista, turbulento, incierto.
-Este mismo espacio, a su vez y contradictoriamente, está habitado por personas con buenas intenciones, agradable, con deseos de cambio, heterogéneo, colorido, quejoso, emotivo, ruidoso, desordenado.
-Personas que poseen visiones, valores y hábitos heredados de culturas diversas e  historias diferentes, todo lo cual -lógicamente- puede dificultar los entendimientos, pero nunca abolirlos.
-Personas y colectivos que decimos saber qué queremos y anhelamos, pero que no atinamos a lograrlo.
-Indiscutiblemente falta un rol activo, que es el del propio Estado, desde el propio territorio, desde la propia Constitución, desde la misma ciudadanía. Leyes no faltan; la ley Nº 25675, Ley General del Ambiente (de presupuestos ambientales mínimos), existe desde 2002. Observen los conceptos claves de esa norma: preservar, recuperar, mejorar, recursos ambientales, calidad de vida, participación social, uso sustentable de recursos, equilibrio, sistemas ecológicos, diversidad biológica, prevención de efectos nocivos, valores, conductas sociales, desarrollo sustentable, información ambiental, libre acceso a la población, sistema de coordinación.
-Ante tanta declamación ¿qué falta? Solo falta valor y voluntad política de quienes dicen representarnos para que, las loables intenciones expresadas en un desprestigiado documento legal puedan convertirse en efectivas realidades susceptibles de ser conocidas, respetadas y vividas de manera cotidiana por los hombres y mujeres que habitamos este suelo.

En 1939 José Ortega y Gasset nos decía desde una conferencia en La Plata: "¡Argentinos, a las cosas! Queriéndonos significar -hace ya casi 3/4 de siglo- que debíamos dejar cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos, de desconfianzas, todo lo cual mataba (y sigue matando) la fe pública y retrasa el andar hacia una vida plena de los pueblos.

¿Cuáles serán “las cosas” a las cuales debemos dirigir hoy nuestra atención, nuestro esfuerzo, nuestra inteligencia?

Seguramente hacia formas alternativas factibles para construir -paso a paso- un Estado sano, libre de corrupción, con políticos, funcionarios y referentes sociales que demuestren valor, prudencia, inteligencia y capacidad de compromiso para generar en nosotros aquella olvidada satisfacción de pertenecer a una institución y a un suelo donde podamos creer, aprender, crecer, participar, vivir!

¿Será esto ingenuidad? Quizás su verdadero nombre sea utopía, y la percibida ingenuidad no sea más que un atributo necesario de aquella.

(1) Ver Glosario