El caso Nisman ha generado un verdadero shock institucional.
En pocos días un “suicidio evidente” (entre comillas) se fue
convirtiendo en un “asesinato que responde a oscuros intereses para perjudicar
al gobierno” (también entre comillas).
Las declaraciones de un lado y de otro, van y vienen, cada vez con mayor
violencia. Todos acusan, todos se defienden.
El gobierno, la oposición, los
medios, los servicios de inteligencia, los operadores políticos, los
legisladores, los analistas, todos sumergidos en una confusa dinámica que la ciudadanía no logra racionalmente
entender, aunque sí puede intuir –que por detrás del escenario- existe un amplio,
turbio y vital mundo de peligrosas relaciones no-institucionales.
La justicia, mientras tanto, desde la mirada del hombre de la calle, camina
con su paso lento, complejo y de incomprensible andar. ¿Alguna vez será
justicia? nos preguntamos.
Instituciones, organizaciones y diferentes sectores de la sociedad –tanto
locales, como nacionales e internacionales- solicitan se profundice la
investigación, llegando en algunos casos a solicitar la conformación de una
investigación internacional.
Este caso ha sido una verdadera bomba que afectó no solamente la imagen y
credibilidad del gobierno -tanto en la nacional como en lo internacional- sino
también que esta situación impacta en las relaciones a nivel regional. Todos estamos
bajo sospecha. Una vez más se ha dado un duro golpe a la fe pública, a la
re-pública, base indispensable de nuestro ansiado estado de derecho.
Mientras tanto, la ciudadanía sigue presa de la especulación política y
mediática, sintiéndose cada vez más atrapada en una red de hechos, información y circunstancias que
de ninguna manera puede claramente comprender y menos aún, digerir.
En este momento, además de la indignación que crece y se multiplica en
muchos sectores sociales, crece también el temor y la inseguridad: el
planteo de la calle es muy simple y contundente ¿Si un Fiscal Especial de la Nación, con 10 o 15
custodios a su cargo, dentro de un edificio con alta seguridad, es "asesinado"? ¿Qué
queda para el ciudadano común?
Las preguntas son muchas, las respuestas muy pocas, la verdad sigue bajo
sospecha.