Nota: este artículo es parte
de un ensayo titulado “El Estado Viviente”,
que escribiera en 1999. Lo subo al blog pues creo que aún es vigente.
“Si la
imaginación y la voluntad entraran en lucha, triunfaría siempre la primera,
pues para poder hacer primero es necesario ver”
Casi sin darnos cuenta, en estos últimos años, hemos ingresado a un
“mundo distinto”. Un mundo cuyos representantes, voceros y gurúes -casi
insistentemente- intentan subyugarnos con formas, colores y sonidos que, según
dicen, llegan desde el futuro.
Nos prometen -provocativa y casi escandalosamente- un abanico
mágico de tecnológicas soluciones virtuales a problemas que, por su naturaleza
y condición, parecieran no poder resolverse íntegramente por estos medios, pues
su esencia -sin lugar a dudas- está más cerca de "la persona y lo
social" que de "la computadora y lo tecnológico".
Este “mundo distinto” podríamos visualizarlo -para mejor
comprenderlo- a través de dos aspectos complementarios. Uno material, como
sumatoria de elementos que hacen a la conformación física del mismo, y otro
intencional, como finalidad o propósito que -en algún momento particular de su
historia- le imprime una dirección y un sentido específico. Ambas partes,
finalmente, se vinculan a través de una tercera categoría de aspectos como son
los metodológicos (y/o tecnológicos), los cuales permiten que la intención
pueda manifestarse como realidad objetiva.
Estos tres aspectos (el intencional, el metodológico y el
material) están indisolublemente ligados entre sí y, cada uno de ellos, aporta
su naturaleza y funcionalidad al conjunto, para que éste pueda conformarse y
aflorar como una unidad. Las relaciones que se establezcan entre éstos, darán
como resultado un determinado nivel de respuesta del “objeto en cuestión” a las
demandas que lo originaron.
Partiendo de este esquema como premisa -y aceptando el mismo como
punto de partida para reflexionar sobre algunos aspectos de la realidad-
podríamos plantearnos diversos interrogantes en relación a este “mundo
distinto”.
Como el mismo tiene ya vida propia y nosotros, queramos o no,
estamos incluidos en él, es que partiremos de aquello que “vemos” (como son los
aspectos materiales del mismo) para tratar de acercarnos, de una manera lógica,
a sus aspectos no materiales con el fin de elaborar estrategias que nos
permitan ubicarnos, movernos y actuar inteligentemente en él.
Partiremos de algunas características que lo distinguen y
diferencian del otro mundo -el conocido,
el todavía presente, el viejo mundo- del cual parecería que muchos, de una
manera sospechosa, desean huir rápidamente.
Este "mundo distinto" se manifiesta a nuestros ojos de
diversas formas. Algunas características observables son: globalización
(básicamente en relación a la comunicación e intercambio de información y cada
vez más en lo económico, comercial, político, jurídico), mayor tecnología de
punta en nuestra vida cotidiana, automatización de cada vez más procesos de
todo tipo y objeto, aparición (paulatina y sobre todo en la gente joven) de
nuevos hábitos y costumbres sociales e individuales propias de un nuevo ritmo
de vida, mayor individualismo, pérdida del sentido de pertenencia a una
determinada sociedad, organización o grupo, corrimiento de ciertas actividades
propias del funcionamiento económico hacia formas todavía no muy bien comprendidas
(teletrabajo, teleformación, nuevas formas de comercializar productos y
servicios), etc.
Asimismo, podemos –como contraparte- observar otro tipo de
variables complementarias como son: mayor concentración de la riqueza,
desempleo en aumento sin posibilidades concretas de resolver tal situación de
una manera permanente, un Estado cada día más ausente de sus funciones
naturales (seguridad, educación, salud, etc.) sobre todo en países emergentes,
un mundo cada día más privado que se
parece cada vez más a un inmenso mercado persa que a un espacio de
participación y desarrollo ciudadano.
Como resultado de las complejas relaciones que se van dando entre
estos componentes, se comienzan a vivir situaciones en donde la tendencia -en
amplios sectores de la sociedad- pareciera apuntar a la incomunicación y a la
soledad, a la intolerancia y violencia, a la desconfianza e incomprensión. Y
ante esto, "las comunes personas de carne y hueso", nos preguntamos ¿cómo participar humanamente de este complejo
mundo actual, sin perder lo que nosotros consideramos valioso como la
estabilidad, la seguridad, el trabajo, la solidaridad, la posibilidad de
investigar y estudiar, la salud, el ocio creativo y otros tantos aspectos de
nuestra vida que hoy se encuentran insatisfechos?
¿Quién nos
orienta sobre cuáles hábitos, capacidades o virtudes deberíamos desarrollar
para hacer frente a este acelerado cambio sin que el mismo nos "pase por
arriba"? ¿Qué institución, organismo o persona nos puede brindar
respuestas sinceras y "exentas de ocultos intereses" a nuestra
creciente incertidumbre? ¿Dónde está el Estado, ese mismo Estado que aparece
tan claramente explicado y tan convincentemente descrito en los libros de
Educación Cívica de los chicos del secundario?
Es seguro que encontrar las respuestas a "tanta
pregunta" no sea un trabajo sencillo. Posiblemente, porque nos encontramos
inmersos en medio de una "tempestad global" (de carácter político,
económico, jurídico, social) que nos hace sentir impotentes, inseguros y angustiados,
y sin la posibilidad concreta de poder visualizar un puerto conocido al cual
dirigirnos.
Y éste quizá sea el nudo de la cuestión: no poder ver a dónde nos
dirigimos, no saber qué nos espera en el camino, no tener mecanismos seguros
para avanzar. Quizá, como se sostiene, estemos ante un cambio histórico de
paradigmas, ante un cambio en los modelos de referencia (institucionales,
humanos y conceptuales) para relacionarnos y poder resolver aquellos aspectos
diarios de la realidad.
Debemos saber (¡debemos intentar saber!), a dónde queremos llegar.
Solamente a partir de este conocimiento podremos diseñar pautas y establecer
planes de acción inteligentes para andar el camino, porque sin visión no es
posible la acción, sin acción no es posible el camino, sin camino no es posible
el futuro, sin futuro… ¿qué sentido tiene
el presente?
Las diferencias entre aquellos que ven el horizonte y aquellos que
caminan viendo solamente su entorno inmediato, es muy grande, abismal.
Los primeros son como esos colibríes multicolores que -con una
estructura física casi etérea- se desplazan a grandes velocidades de un sitio a
otro dentro de un medio en donde no parecieran existir fronteras ni fricción
alguna. Ellos ven, casi en un único instante, dónde están y a dónde quieren ir.
El llegar a destino pasa a ser un hecho secundario y circunstancial. La visión
-que permite la rápida decisión- es lo verdaderamente importante y esencial. El
colibrí "ve" -desde su posición privilegiada- objetos, fenómenos y
relaciones que desde la superficie es imposible visualizar.
Esto lo hace fuerte a pesar de su aparente debilidad.
Los otros, como los grandes saurios del pasado, son animales de
superficie, caminadores pesados, oscuros, de estructura compleja y lenta, que
se mueven con una visión limitada de su realidad, debido -probablemente- a la
combinación de factores propios de su naturaleza y de factores externos que
actúan como verdaderas interferencias a su desplazamiento. El saurio no puede
ver desde su posición más allá de sus propias narices
Esto lo hace débil a pesar de su aparente fortaleza.
El colibrí frente al gran saurio. La "aparente
debilidad" frente a la "aparente fortaleza". La visión
esclarecedora frente a la acción casi ciega. El reino de lo “mágico” -como
concepción de procesos de tiempo mínimo- frente al reino de lo burocrático
-como concepción de procesos de visión mínima-. El futuro prometedor o el
presente desesperanzado. La participación plena o la especulación interesada.
La firme apuesta por la vida o el firme vínculo con la muerte.
Ésta es la
disyuntiva de hoy: ¿colibríes o dinosaurios? Unos "intentando ver el
futuro". Los otros "sólo pudiendo ver el presente".
Las preguntas claves a responder -o por lo menos a plantear para
su reflexión y análisis- quizás sean ¿cuáles actitudes deberemos erradicar de
nuestras vidas y cuáles incluir para adquirir la "virtud" del
diminuto colibrí? ¿Cuáles aptitudes y capacidades nos serán útiles en este
nuevo medio del cual ya somos parte directa o indirectamente? ¿Cuáles hábitos,
prejuicios o conceptos será necesario que abandonemos, corrijamos o
desarrollemos para evitar extinguirnos como el saurio caminador?
¿Cuál plan es posible, cuál impropio, cuál factible?
Creemos que hoy, nosotros, los ciudadanos del Estado Democrático,
nos encontramos frente a un desafío mayor y una oportunidad única: la de plantear preguntas acertadas y
analizar las mismas con valor, prudencia e inteligencia para descubrir las
respuestas justas que nos permitan decidir -en el momento preciso- qué hacer
frente a este presente amenazador.
Debemos evitar los riesgos de las decisiones improvisadas e
inmaduras, fruto de la especulación interesada, la ambición desmedida y el
apresuramiento oportunista que aquejan generalmente a aquellos cuya visión es nula
o se encuentra a contrapelo de la realidad, de la historia y fundamentalmente
del futuro